Cuando veas a un político...tapate la nariz
L. de V.
A buena hora la superficie se escarcha, el temblor de una hoja friolenta despierta el sonido insomne del viento, casi no duerme, casi no sueña, casi no pesa. El agua disuelve los grumos que se habían sedimentado, como las pequeñas avalanchas que descienden de un pico para fundirse en un todo marino.
El abismo de las cosas
El vacío del vacío y sus vacíos
Que desde un cuenco
Se vuelcan todos a la vez.
Yo no había pegado el ojo en toda la noche, las calles estaban bloqueadas por armatostes sarrosos y barricadas humanas enardecidas en el fragor nocturno, el fuego centelleaba, proyectándose en los vitrales y los charcos, un ejército de antimotines (robóticos animales que al fin de todo son hombres, mal comidos, mal pagados pero hombres) se había desplegado por puntos estratégicos. Ya cada quien había marcado su ruta, cada quien convocaba a sus huestes con comunicados gubernamentales, correos electrónicos, intimidaciones, amenazas, pregones, exhortos y toda clase de medios. El miedo esa noche era un miedo mayor, más colectivo y concentrado, más miedo. Se fraguaban planes macabros con filos de cuchillos y puntas de pistolas. Las calles son mías pendejo, ¡no no, las calles son mías güevón, te voy a enseñar a punta ´e verga que si! y los rifirrafas y las cámaras (cajones con cerebros artificialmente morbosos).
Doña Esperanza apostándose frente a la torre de parlantes (en la calle donde mañana se llenará de fanáticos de este nuestro deporte endémico que es la violencia) con su palangana, su aceite y sus tortillas, esperando que mientras se desate el infierno ella pueda, tranquilamente y sin ningún rasguño, vender su moronga, su fresquito, su tortilla tiesa. Horas más tarde. Del otro lado del infierno hay jardines, hay mallas eléctricas y gorilas en frac; en la amplia terraza se reúnen la familia y los amigos, las mucamas y el chofer, el trago de whiskey, de gin, el puro Cohiba, las chequeras y los amarres. Un televisor plasma de 50 pulgadas es el centro de atención, y cada uno se siente como en uno de esos juegos de realidad virtual, al tener en la pantalla el caos que parece tan cercano, en tiempo real, con sonido digital y en high definition. Cada quien juega el deporte a su manera y bajo sus posibilidades.
Al ilustre señor E. le salió el tiro por la culata ¡bien que le dije que se quedara con el trago y viendo los toros de largo! le dice uno de los acaudalados fanáticos al otro. Al ilustre señor E., monstruo de mediana estatura, que gusta de flashes, gigantografías y falsas sonrisas, le propinaron semerenda pedrada en la frente antes que sus guardias lograsen intervenir. 8 puntadas le salió la broma.
Los buses a la espera, orillados para apaciguar el calor abrasante de la mañana, un conductor se quita el nervio con música a todo volumen, ha recorrido 90 kilómetros y le hace falta el resto pero la paga es paga, no es buena pero es paga. Los encapuchados pasan con piedras en la mano y entre sus dientes. Cada uno es un ventarrón. Con el mortereo, la música, los gritos y el tapi se convierte en tornado que destruye todo a su paso. La naturaleza no perdona hermano, así que mejor no me atravesés que te llevo en el saco. Después dicen que nos van a dar camisetas y riales así que volémole verga a los culitos rosados.
A Silvia le palpita el corazón en la garganta, nada aquí está bien, sabe que cada paso que da es un desafío al peligro y como quisiera que cada paso fuera para acercarla más bien a su casa. Los de la empresa venían, los de la universidad también, al final vinieron pocos, le han rajado la frente al ilustre señor E y todo mundo anda chiva. La oposición encabeza el desfile, y la oposición no es más que el otro lado del pastel; ambos (gobierno y oposición) son diestros nadadores de aguas sucias, nada más que cada quien a su lado, tomando en cuenta por supuesto que hay un punto medio donde todos convergen.
Sirenas, el humo que sale de los tubos, una que otra bala perdida a conveniencia, la sangre y la grasa en el asfalto, improperios, carcajadas. Gangsta´s Paradise on earth, un suculento festín para los adictos al caos y la incivilización.
Pero hoy no es hoy sino anoche, y probablemente esto no ha pasado anoche que es hoy o fue un sueño dentro del sueño (a veces muy trágico) que es la vida y todos prevén o especulan, y en cada casa hay un Nostradamus y un Juan. Afuera Managua (ciudad de la otra dimensión) está sitiada, parece que nadie entra ni sale en la ratonera y el cuerpo del roedor va subiendo de temperatura y chilla sofocado dando vueltas y vueltas. Rezadores, pandilleros, políticos, asalariados, pensionados, culitos rosados, antimotines, estudiantes, todos un pueblo urgido de respuestas en el lugar de los eternos enigmas.