sábado, 21 de noviembre de 2009

EL LUGAR DE LOS ETERNOS ENIGMAS

Cuando veas a un político...tapate la nariz
L. de V.

A buena hora la superficie se escarcha, el temblor de una hoja friolenta despierta el sonido insomne del viento, casi no duerme, casi no sueña, casi no pesa. El agua disuelve los grumos que se habían sedimentado, como las pequeñas avalanchas que descienden de un pico para fundirse en un todo marino.

El abismo de las cosas
El vacío del vacío y sus vacíos
Que desde un cuenco
Se vuelcan todos a la vez.

Yo no había pegado el ojo en toda la noche, las calles estaban bloqueadas por armatostes sarrosos y barricadas humanas enardecidas en el fragor nocturno, el fuego centelleaba, proyectándose en los vitrales y los charcos, un ejército de antimotines (robóticos animales que al fin de todo son hombres, mal comidos, mal pagados pero hombres) se había desplegado por puntos estratégicos. Ya cada quien había marcado su ruta, cada quien convocaba a sus huestes con comunicados gubernamentales, correos electrónicos, intimidaciones, amenazas, pregones, exhortos y toda clase de medios. El miedo esa noche era un miedo mayor, más colectivo y concentrado, más miedo. Se fraguaban planes macabros con filos de cuchillos y puntas de pistolas. Las calles son mías pendejo, ¡no no, las calles son mías güevón, te voy a enseñar a punta ´e verga que si! y los rifirrafas y las cámaras (cajones con cerebros artificialmente morbosos).

Doña Esperanza apostándose frente a la torre de parlantes (en la calle donde mañana se llenará de fanáticos de este nuestro deporte endémico que es la violencia) con su palangana, su aceite y sus tortillas, esperando que mientras se desate el infierno ella pueda, tranquilamente y sin ningún rasguño, vender su moronga, su fresquito, su tortilla tiesa. Horas más tarde. Del otro lado del infierno hay jardines, hay mallas eléctricas y gorilas en frac; en la amplia terraza se reúnen la familia y los amigos, las mucamas y el chofer, el trago de whiskey, de gin, el puro Cohiba, las chequeras y los amarres. Un televisor plasma de 50 pulgadas es el centro de atención, y cada uno se siente como en uno de esos juegos de realidad virtual, al tener en la pantalla el caos que parece tan cercano, en tiempo real, con sonido digital y en high definition. Cada quien juega el deporte a su manera y bajo sus posibilidades.
Al ilustre señor E. le salió el tiro por la culata ¡bien que le dije que se quedara con el trago y viendo los toros de largo! le dice uno de los acaudalados fanáticos al otro. Al ilustre señor E., monstruo de mediana estatura, que gusta de flashes, gigantografías y falsas sonrisas, le propinaron semerenda pedrada en la frente antes que sus guardias lograsen intervenir. 8 puntadas le salió la broma.

Los buses a la espera, orillados para apaciguar el calor abrasante de la mañana, un conductor se quita el nervio con música a todo volumen, ha recorrido 90 kilómetros y le hace falta el resto pero la paga es paga, no es buena pero es paga. Los encapuchados pasan con piedras en la mano y entre sus dientes. Cada uno es un ventarrón. Con el mortereo, la música, los gritos y el tapi se convierte en tornado que destruye todo a su paso. La naturaleza no perdona hermano, así que mejor no me atravesés que te llevo en el saco. Después dicen que nos van a dar camisetas y riales así que volémole verga a los culitos rosados.
A Silvia le palpita el corazón en la garganta, nada aquí está bien, sabe que cada paso que da es un desafío al peligro y como quisiera que cada paso fuera para acercarla más bien a su casa. Los de la empresa venían, los de la universidad también, al final vinieron pocos, le han rajado la frente al ilustre señor E y todo mundo anda chiva. La oposición encabeza el desfile, y la oposición no es más que el otro lado del pastel; ambos (gobierno y oposición) son diestros nadadores de aguas sucias, nada más que cada quien a su lado, tomando en cuenta por supuesto que hay un punto medio donde todos convergen.

Sirenas, el humo que sale de los tubos, una que otra bala perdida a conveniencia, la sangre y la grasa en el asfalto, improperios, carcajadas. Gangsta´s Paradise on earth, un suculento festín para los adictos al caos y la incivilización.

Pero hoy no es hoy sino anoche, y probablemente esto no ha pasado anoche que es hoy o fue un sueño dentro del sueño (a veces muy trágico) que es la vida y todos prevén o especulan, y en cada casa hay un Nostradamus y un Juan. Afuera Managua (ciudad de la otra dimensión) está sitiada, parece que nadie entra ni sale en la ratonera y el cuerpo del roedor va subiendo de temperatura y chilla sofocado dando vueltas y vueltas. Rezadores, pandilleros, políticos, asalariados, pensionados, culitos rosados, antimotines, estudiantes, todos un pueblo urgido de respuestas en el lugar de los eternos enigmas.

viernes, 20 de noviembre de 2009

CLAUSURA DEL TALLER DE POESÍA

Alrededor de hace dos meses dio inicio el Taller de Poesía que, en lo que a mí respecta lo viví con una intensidad arrolladora, como si un millón de imágenes desconocidas pasaran ante mis ojos en un instante que eran esas dos horas semanales de sesión (ni hablar del color, la sensación, la lengua y el alma y el flujo de cada una de esas imágenes), trece poetas noveles participaron, compartieron, debatieron, alucinaron, rasgaron los trajes de la musa con cada verso para desnudarla. Al final de todo, ayer 19 de noviembre en la sede del Centro Nicaragüense de Escritores se dieron cita : Alejandra Sequeira, Carlos M-Castro, Gabriel Moreno Salmerón, Gloria Elena Palacios Mora, Johann Bonilla Pantoja., José Adiak Montoya, Julio Francisco Cáliz Avellán, Karen Rodríguez Pastora, Luis Báez Padilla, Magaly Incer Obando, Marcel Jaentschke Gómez, Ninoru Amisaca y Tania Sosa Jirón. Mario Urtecho (secretario general del CNE) dio un breve discurso inicial, seguido de Francisco Ruiz Udiel y Anastasio Lavo. Cada quien leyó 2, 3, 4 obras, y para cerrar el brindis de roncito y bocas ¿qué más se puede pedir? bueno, sería genial que nazcan verdaderas ganas de apoyar la poesía (realmente cualquier expresión artística), para muestra un botón y estoy seguro que el Taller sentó un buen precedente para que sigan surgiendo propuestas como esta.
Es menester agradecer al poeta Anastasio Lovo por haber impartido el Taller con tanto ahínco, sus palabras resonarán en mi testa por mucho tiempo. Al Centro Nicaragüense de Escritores que nos dio la oportunidad, abrió sus puertas y nos acogió con calidez. A Francisco Ruiz Udiel que nos hizo sentir todo el tiempo como en casa. A mis compañeros, por supuesto y de paso aprovecho y les exhorto a ser reincidentes en este que es nuestro divino delito. Muchas gracias y abrazos.

DESPEDIDA

Me marcho en silencio
Dejo esta húmeda pieza,
La ropa doblada sobre el asiento
Y los viejos versos colgando en el alambre.

Al despertar no sabrás dónde estás
Yo no sabré que hacer con mi cuerpo a media asta
Y mi amor que duele tanto
Porque es sangre a la deriva.

Afuera hay un mar enfurecido
Hay galeones fantasmas y esqueletos de tripulantes
Hay deseos prisioneros del vaivén del oleaje
Y péndulos fijos a un espejo.

He dejado el alma en la pata de la cama
Transportándome a infiernos acuosos
Siendo liebre o minotauro
Hasta perdurar en el sueño de una bestia.

LA ESPERA

He soñado con el cuerpo mutilado de un ave

Sus alas han sido arrancadas

Para exhibirse en fastuosos escaparates.

La ciudad engendra postes con bujías

Las viejas madres lanzan sus elegías al viento

Visten güipiles y caites de luto.

El lujo y la muerte, pareja perfecta

Haciendo rondas nocturnas

Cuando en el bajo mundo

Las últimas brasas se han ido extinguiendo

Y los peroles y las panzas se van a dormir vacíos

En espera de ese claro amanecer que aún no llega.

La calle es un caldo espeso

Adobado con saña y envidia

Boutiques, night clubs y capillas

En la ciudad que es un monstruo de ocaso.

martes, 17 de noviembre de 2009

ENTREMÉS (IV)

***“A cada gallo un cuento” le decía un cuento a un gallo bravo que doña Felipa se había robado de la finca del vecino donde habitaba Cleo, la vieja y nerviosa gallina a quien le arrebataron a su gallo bravo que ahora ni la recuerda porque se la pasa en maratónicas cópulas con todo lo que se mueve dentro del corral que alguna vez fue un estanque fangoso donde revoloteaban pececitos multicolores que al morir por asfixia se convirtieron en cuentos que persiguen a las pequeñas bestias del corral.***

EL ENCANTO

Su exaltación era manifiesta, noche tras noche tras noche había pensado en ese momento y ahora que estaba a tres minutos y a media cuadra de distancia sentía que no se atrevía a hacerlo, que le fallaba el cuerpo, que se iría a arrepentir. Pero había esperado mucho como para que fuese en vano. Llevaba puesta su mejor mudada, zapatillas brillantes, colonia hasta en los calzones y un crucifijo en la bolsa derecha de su pantalón, por si algo llegase a fallar.

Se vio en el espejo del tocador, hizo muecas y hasta ensayó un discurso, repasó de nuevo el procedimiento, los gestos, las miradas, las palabras que debían salir de su boca sin tartamudeo ni nervio, respiró profundo y recitó una oración en susurro. Se persignó, tomó un paquete de la mesa de noche y al fin salió de su casa.

Afuera las luces, el olor a noche y pecado, los pitos de los carros combinados con su pito excitado. Vaciló un poco, empezó a caminar a paso lento pero decidido. Al cabo de unos veinte metros ya se podía divisar un letrero de latón que tenía grabado con pintura el lema “El Encanto”. Ese era su destino, lo fue desde hacía un mes cuando la vio por primera vez; fue en una tarde de lunes, él venía de la escuela e iba pasando por el nuevo local y al ver hacia adentro estaba una bella mujer de edad adulta, que le sonrió y le tiró un beso desde el otro lado de la verja. Pero no sólo fue un beso, fue mucho más para él, fue una mujer adulta tirándole un beso a un colegial, fue el deseo por lo prohibido, como el de una duquesa besando a un harapiento.

En la entrada había un tipo calvo y alto con un tatuaje en el cuello, al ver al muchacho lo intimidó con la mirada, le revisó las bolsas y lo empujó hacia adentro. Ya había pasado el preludio de la prueba, se sentía a salvo. El espacio estaba pobremente iluminado con neones de color púrpura, había mucho humo y sólo hombres sentados en las mesas. Él tomó asiento, siguió a la música hasta llegar a una tarima donde había un tubo y en el tubo una muchacha bailando desnuda, sus senos eran morenos e inmensos. La muchacha se movía como contorsionista, invitándolo a que la hiciera suya con el baile, y algo creció dentro y fuera de él; pero no era a ella a quien buscaba, no era a ella a quien deseaba con todas sus fuerzas. Otras muchachas salían por una puerta con bandejas en la mano, semidesnudas, unas con solo una tanga, otras con minifalda, todas con los pechos al aire. En ninguna de ellas reconoció a la mujer que había visto aquel día, se sintió frustrado, pero no pensaba desistir tan fácilmente. Una de ellas se le acercó, se le sentó en las piernas, - hola muñeco ¿estás perdido?; él pidió una cerveza accediendo a invitarla a otra por un precio cuatro veces más caro que la suya. Le dio la descripción de la mujer, ella sonrió y le susurró al oído que lo estaban esperando.

Se sintió desesperado, quería verla ya, decirle lo que tenía que decirle y actuar como tenía que actuar, como lo había ensayado durante un mes.
La muchacha lo tomó de la mano, él perdió brevemente la mirada en aquellas nalgas monumentales, recapacitando de inmediato al percatarse que no eran las que buscaba. Ella lo fue llevando por un pasadizo oscuro, sus labios temblaban, como sus piernas, como todo su cuerpo. Alguien le vendó los ojos, el sonrió, pasaron por una cortina plástica, la mano que lo llevaba lo soltó de repente. Le habían quitado la venda pero él no había abierto los ojos, como si soñase despierto o como si los ojos cerrados le permitieran entender a su cuerpo colmado de un mar de deseos que hasta hace un mes jamás había sentido. Chocó contra algo, contra la realidad expresada en la pata de una cama, y al darse vuelta la vio, a su bella y adulta mujer, su deseo prohibido. Estaba recostada en una cama de sábana gris, llevaba puesta una bata que dibujaba la silueta de sus pechos deliciosos; eran ella, él y el infinito deseo por lo prohibido. Lo veía fijamente, realmente lo estaba esperando, lo veía con ternura. El sintió subir algo caliente por su garganta, eran las palabras ensayadas aguardando en el estómago: -¡acá traigo los ahorros de todo un mes, vamos bella y adulta mujer, desnudate que te voy a coger!, la mujer vio al muchacho frente a ella, vio también el paquete de billetes que tiró a la cama y respondió con tono suave: -muchacho, soy tu madre.

viernes, 6 de noviembre de 2009

SOLILOQUIO

Perrozompopos (eterna audiencia), el humo que rasca suavemente las barbas del techo que cruje de alegría, un conjunto de hormigas cirqueras yendo en hileras dudosas ¡que mágico este lugar! pero no vaya infatuarse poeta, nada es para tanto.

Apreciar las manchas en el piso, micromomentos, mientras uno cavila en lo que debe decir, sumando el hecho de que se le vaya el avión y se pierda incluso de lo que uno mismo está diciendo. La bujía sufre de cáncer, titila tristemente. -Perderse entre el viento nocturno no es remoto, solo hay que ser precavido de no seguir el susurro que lo invita a pasear más allá de las sombras-. Varios pedazos moribundos de vidrio sobre el suelo, (se retuercen como lombrices, como trapos húmedos o tripas) con mi suela aniquilo el sufrimiento y suena el último gran grito apagado del cuerpo.

La garganta seca, la lengua áspera, la boca trémula y un ejército de objetos volantes que salen de las palabras encerradas en burbujas con sorpresas. El papel sabe a humo, a guaro y fritanga, una mano acusa, la otra santigua y baja hasta el imaginario genital de una vaca que gime como una mujer. Tendidos eléctricos y serpientes acechando desde el cielo raso, allá duermen los muertos a veces, envueltos en papel celofán. Una pareja de colibríes revoloteando dentro de la cabeza poeta, ¡espántelos, cáguelos y va a ver como se convierten en deliciosa cena! el incesante ir y venir de imágenes, sonidos y recuerdos al momento que compone algo que quizá aun no ha descubierto o jamás descubrirá. El cuerpo autómata se mueve poco, más bien es un péndulo que se balancea de norte a sur, chocando de vez en cuando con algún pez globo o algún tambor ancestral. A un costado una ventana atada con tape previendo alguna tormenta en el desierto; al estallar las burbujas cae a la cara un brillo impresionante, como de un arcoíris o una aurora boreal facial. El silencio tiene voces voraces, con apetito de cuerda humana. En una esquina la caja de resonancia de una guitarra mutilada es el último recuerdo de algo que no volverá a ser.
[+]Imagen: Cannibal, James Jean

LA MUERTE ES UN JUEGO DE NIÑOS

No era una carta de una niña malcriada sino una advertencia, una invitación formal al duelo, con mensajero y todo. El papel tenía manchas rojas que, a juzgar por sus arranques obsesivos podía ser tanto de salsa de tomate como de sangre. Me había citado a las tres de la tarde en la rotonda, avisó a todos los vecinos para que presenciaran la batalla cuerpo a cuerpo, no tenía escapatoria. No pude ni quitarme el uniforme del colegio, no almorcé, las piernas me temblaban del nervio.

Pero no todo el tiempo fue así, entre persecuciones y amenazas, antes de eso fui feliz. Mi mamá me permitía salir del cautiverio de tres a seis de la tarde, y me daba gusto retozando con la pandilla, jugando al escondite, comiendo de casa en casa, manipulando los juguetes de última tecnología de alguno de los niños más pudientes de la cuadra, de esos privilegiados que dormían con edredón, aire acondicionado y pijama de cuello elástico.

Eran los inicios de los ´90, época de transición, cuando con un peso uno hacía maravillas (la cotidiana merienda del glu-glu más polvorón en la venta de la cuadra), en esos tiempos la mitad del año pasábamos la noche a oscuras y las plantas eléctricas eran demasiado caras (aun para los más pudientes), por lo que a nosotros se nos facilitaba la escapatoria. Nos reuníamos en las gradas de una oficina que quedaba en la rotonda, donde el guarda, con su voz ronca y sus dientes enchapados, nos contaba historias fantasmagóricas de carretas naguas, hombres sin cabeza y demonios con cuerpo de bisonte. Al volver la luz salíamos despavoridos cada quien a su casa, cuando se percataban de nuestra ausencia venían las guiñadas de oreja, los fajazos y el andá acóstate ya, que era lo peor de todo por el temor a encontrarse con una sombra o un diablo maléfico en el cuarto.

La casa 321 estaba deshabitada desde hacía tres meses, los últimos inquilinos eran unos ecuatorianos antipáticos. Esa tarde salimos como de costumbre, cargando juguetes, semillas y bodoques de tierra en las bolsas de los shorts. Al ver movimiento en la casa nos quedamos espiando tras el carro leproso de Chale (que poco faltaba para que el asfalto se tragase a aquella inservible máquina), eran dos señores, un niño y algo que se parecía un muchacho por la forma del cuerpo pero no pudimos dilucidar porque llevaba falda y una muñeca de trapo en la mano. Necesitábamos socializar, quizá ellos traían juguetes innovadores o la mamá preparaba ricas tortas por las tardes, si, sería realmente provechoso porque en ese caso uno se queda hasta que lo inviten a comer o a salir, y quien quita que no tengan membrecía en algún club y luego se lo llevan a uno a jugar tenis, comer y bañarse en la piscina de gratis. Después de la misión de reconocimiento se decidió nombrar a alguien para que se presentase en nombre de todos, inmediatamente me lancé, no podía perder la oportunidad ante tantos potenciales privilegios. El niño parecía de unos seis o siete años, llevaba una camisa a cuadros dentro de un pantalón que subía hasta la altura del ombligo (típica vestimenta de niño pegado a la falda de su madre), -¿Querés jugar el escondite con nosotros?- se quedó viéndome un rato y replicó que debía ayudar a sus padres en la mudanza.

Al día siguiente me llegó a buscar a la una, le expliqué que no podía salir hasta las tres. Ya a esa hora los encontré a todos agrupados jugando pelota, rápido se me vino a la mente lo ave de rapiña que éramos, que alguno de la pandilla seguramente ya me había aguado la fiesta con los nuevos. Pero no, en realidad ellos dos estaban solos, los demás solo reían y se veían con ojos de mono que acaba de hacer travesura, al instante entendí porqué. Aquello que parecía un muchacho llegó hacia mí, era inmenso como un gigante de película, tenía bigotes y pelos en los brazos, la cabellera negra y tan enmarañada que apenas dejaba ver una que otra traba, llevaba un vestido rosado con paletones y zapatos tenis, me plantó un beso en la mejía con tanta fuerza que por poco me derriba, de inmediato un coro de carcajadas resonando en mi oído y el asco de mi piel que se erizó al momento, - Ella es mi hermana Adela- me dice el niño de pantalón hasta el ombligo, quien se presentó como Paco.

Esa tarde jugué a desgana, Adela (a quien pensé producto de un mal sueño luego de escuchar al guarda contar sus historias) no paraba de verme, solo a mí me pasaba el balón. Todos se hacían señas y las risas a mis espaldas que me caían como bloque de hielo. Esa tarde entré a mi casa más temprano. Al día siguiente llegaron a buscarme Adela y Paco, me hice el enfermo, por primera vez le encontré sabor amargo a los juegos callejeros. Recibí una llamada, después otra y otra, eran los de la pandilla cantándome El monstruo te dio un beso con su lengua de trapo y te convirtió en sapo y se van a casar. Estaba desolado, me convertí en el hazmerreír de mis amigos por culpa de un monstruo, solo me quedaba la esperanza de que como todo mal inquilino se fuesen pronto.

Pasó una semana, pensé y pensé hasta que decidí salir de nuevo como si nada hubiese pasado, aguanté las burlas e incluso me reí de ellas, jugamos a la guerra con semillas y triquitracas y todo pareció moverse en su cauce hasta que salieron los ya repudiados hermanos. Ella (más bien Eso o Aquello porque aún no se sabía a ciencia cierta que era), su mirada fija hacia mí, su semblante enfermo y atemorizador, me dio un papel con una bolsa de caramelos, le agradecí y hui a mi casa, aquella presión era incontenible. Se quedó viéndome con rencor.

Pasó otra semana sin que pusiera un pie en la calle, me acechaba, me esperaba en el porche de la casa y la empleada que decía que no la podía echar porque Ay si es una criatura, por fea que sea, andá no seas malo hablá con ella. Mi mamá, preocupada me llevó donde un psicólogo, -Que no está bien doctor, si a este niño le encanta la calle, yo le digo que es un aplanacalles incurable y ahora no sale del todo.
Paco me estaba esperando al mediodía, viéndome con desprecio me entregó la carta y salió corriendo. Una feísima letra de molde salpicada de manchas rojas, la sentencia escrita, tres de la tarde, todos van a estar ahí, vamos a arreglar esto de una vez por todas. Llegué, ya estaban todos sentados sobre las cajuelas de los carros, ella (eso o aquello) de pie, al verme exhaló como un rumiante, como un toro que se prepara a embestir al torero desarmado, - Mariquita, mariqueta, maricón, mariconazo- de su boca salía la baba que caía al asfalto y gritando se me vino encima y me agarró a golpes, uno tras otro mientras todos coreaban alrededor, y Paco riendo, chupando paleta y gritando – ¡Es tu fin maricón! El adefesio paró, puso sus garras en señal de alto y todo mundo en silencio, me plantó un inmenso y asqueroso beso, esta vez en la boca. Se oyó el ¡uyy, auch, guacala, boahh! Me desmayé, estuve en coma durante dos días, luego una terrible fiebre acompañada de vómitos consecutivos. Al recuperarme supe que ella (Adela, eso o aquello), había muerto de tristeza, inducida por su hermano menor, aparentemente inocente, quien le repetía lo horrible y monstruosa que era.

CABARET FLOTANTE

Esto no podría ser más cierto ¿no? un cabaret levitando y dentro, entre luces de neón, el humo y el polvo acumulado, putas vueltas doncellas y putas de nuevo. Todo era tan perdurable en aquel lugar, una sonrisa, una erección, los billetes de a dólar congelándose en la escena antes de ser depositados en una braga (imaginate vos, como si depositaras una moneda en tu alcancía), ¡y qué putas! la alcancía se menea y a vos te gusta, te encanta. Y la alcancía meneándose y restregándose en tu entrepierna. Y la luz ya no entra más por ningún lugar, al menos no en esa noche. Ya mañana será otro día, ya mañana se olvidará barrer el polvo acumulado, haciendo énfasis solo en las colillas de cigarros, en condones, fluidos vaginales, pajillas, vidrios quebrados y demás.

Mañana las putas descansarán en sus piezas tristes y mugrosas, oscuras como sus almas. Dormirán todo el día porque son noctámbulas y viven para una sola cosa. Dormirán sin recordar que fueron hijas o madres, que alguna vez fueron a la escuela, jugaron rayuela y dieron su primer beso. Se levantarán ya a oscuras, con el maquillaje corrido, quizá algunos moretones y billetes hechos bolita en la mesa de noche. Existen técnicas para apaciguar el hambre, la ansiedad, el desasosiego. Ya han soñado bastante durante el día, sí, soñaron a pesar del hacinamiento, de la cama compartida entre cinco, del baño taqueado y del calor sofocante de un día moralizador-buen cristiano en donde se va a misa, se trabaja, se estudia, se desinfecta y se castiga a los descarriados.

En sus sueños dejaron de ser putas y se pusieron un disfraz para sus quinceaños, su primera comunión, su boda y toda aquella liturgia con lo que se cumple a cabalidad lo socialmente aceptado y se denigra y margina a las profesionales del bajo mundo.