Este eco
de voces reproduce monstruos
que
depredan todo vestigio de belleza
porque
el mundo ha sido siempre así
ni malo,
ni vacío. Sólo mundo.
Pero
ahora yo me siento muy malo y muy vacío
muy
arrastrando las cadenas en un ocaso cancerígeno
sin
percatarme acaso de los pétalos que penden de mi pecho.
Este
vagar entre las sombras de mis demonios
alimentados
por la sangre de la flor lila
que yace
anegada en su propio charco…
Este
cuadro traumático suicida
que
reposa sobre mi piel abyecta.
Esta
pila de agua de la que todos beben
y a
todos doy
pero que
yo me niego.
Aquí me poso, sobre mi propia espina
sobre el
alma silente que apenas me divisa
avergonzada,
herida, mustia.
Estoy
seguro de que mis piernas tiemblan
que
estoy aterido en un rincón del salón
sudando
helado y maltrecho
deshecho
por las memorias que aún me siguen iluminando el rostro.
Pero a
esta poesía fallida me lo voy a acabar
me le
voy a comer las esquinas, letra por letra
porque
el mundo también siempre ha sido así
hermoso
y perdurable.
Entonces
toca rellenar este hueco con tierra abonada
lavar
las vajillas, recolectar los frutos
y
encender las velas
que la
mesa está puesta para los dos.
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