miércoles, 14 de julio de 2010

LA SELVA INCENDIADA (segunda parte)

Mis padres llegaron a León en el ´68 provenientes de Madriz; eran muy pobres y la familia se les volvió más numerosa de lo que previeron. Mi papá estando ahí, fue a visitar al teniente Cáceres, quien a ruego de mi abuelo mediante carta le inició en la carrera militar. Al tiempo y para nuestro júbilo se convirtió en capitán de las EBBI, en ese momento ya éramos siete hermanos. Crecí bajo la convicción de que la insurrección popular era cosa de necios, de jóvenes descarriados y faltos de carácter, creía férreamente en la enseñanza marcial y en que todos esos movimientos marxista, comunistas, maoístas eran sinónimo de sistemas parasitarios que jamás podrían ser sustentables. Ya lo dije, esos fueron mis pensamientos de antes, cuando estaba marcadamente influenciado por la necesidad, mi familia había salido a flote de la miseria, del hambre y de la mugre e íbamos a defender esa posición con las garras.


A los cachorros les gusta merodearnos, escupirnos y patearnos, no los culpo, si estuviesen del otro lado probablemente hayan sido torturados, quemados y masacrados. Son tan chavalos, tan vitales pensaría a no ser por el aspecto nublado de sus miradas, ojos de insondable tristeza, de la lejanía del amor, de la desesperación, del temor y la locura, miradas de chavalos extraviados vestidos con trajes camuflados, cargando AK´s y granadas. Algunos saben fumar, otros aun no han aprendido y expulsan el humo de inmediato como un colegial, dan vueltas en el campamento y nos gritan mientras ponen sus botas y el peso de todo su cuerpo sobre nuestras rótulas. Briceño vomita sangre y lodo, respira bruscamente, yo le busco la mirada como para apaciguar a su bestia, para recordarle que sigue vivo, que no quiero que lo maten porque me gustan tanto sus historias de mujeriego, de redondeles, carreras de caballo y andanzas por caminos inciertos.

Oí que nos iban a bajar hasta Waslala y dejarnos en manos de teniente-coroneles y todos esos rangos impensables en nuestro sistema marcial que conocía de escasos cargos. Sí, quizá estos comunistas practiquen mas la democracia de lo que piensan pero quien sabe, yo ni tengo claro que es una democracia y hasta le tengo un poco de recelo a ese sufijo “cracia”, me parece que significa una justificación para írsele encima a la gente. Una vez agarraron a dos chavalos del SMP que se habían infiltrado en un pelotón, yo estaba en el campamento cuando todo pasó. Aquello fue fiesta, algarabía, lo primero que hicieron fue sentarlos en el piso y mearlos, después les empezaron a apagar cigarros en la frente y las patas y aquellos, que estoy seguro no pasaban de diecisiete, chillaban como cochinos, decidí mejor alejarme para no ver lo demás. Todo fue por una contraseña pendeja. Todos los que llegaban, aunque hubieran estado ahí un día antes tenían que decir la contraseña sino estaban fritos, cuando les preguntaron a aquellos dos dijeron que no recordaban; si el teniente hubiera sido más humano no hubiera pensado mal por olvidar una palabra pero aquel hombre era un depredador de monte con un olfato increíble, les dijo: “con que no se acuerdan perros, ¿lo conocés a él, a él o a él (y señalaba con su bayoneta a algún soldado cerca) o a aquel o aquel o aquel? ni mierda si no son de aquí, a mí se me quedan las caras, percibo el tufo a miedo y ustedes dos están que se cagan porque ahorita mismo les voy a pelar el cuero”. Picoeloro, una estupidez inventada por él y ese era o el pase de bienvenida si te la sabías o la entrada a la tortura, talvez la muerte sin no te la sabías. Una vez a un contra de apellido Santos le pasó algo feo, llegó de arriba y se le olvidó el picoeloro, de no ser porque lo reconocieron el teniente se lo hubiera echado, le perdonó la vida pero le explotó el pie derecho a balazos y de inmediato le dio de baja como lección.

Aquí llueve todo el tiempo pero no es la lluvia sabrosa, de clima agradable y vientecito fresco que uno disfruta, aquí las gotas que caen son como escupitajos duros, pesados y persistentes, entonces uno desearía andar desnudo para no cargar tanto bulto y ser ligero con la lluvia, luchar cuerpo a cuerpo como los indios acostumbrados a tener a la selva como aliada. Aquí todo se hace más difícil y cada día que pasa uno se siente más estancado, más perdido y moribundo que el día anterior. Esos dos chavalos del SMP a la larga y lo hicieron por su patria pero en la contra la gente se va de infiltrada por gusto y, habiendo pasado los retenes y el peligro se escapan. El Briceño no piensa así, me da tristeza verlo que no se calma y ya les está colmando la paciencia a los chavalos.

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