miércoles, 3 de febrero de 2010

AQUELLOS, OTROS TIEMPOS


I

La estera húmeda por los mil polvos en ayuna
tus pechos cerezos y estoicos apuntan hacia un muro
que el tiempo ha dejado en carne viva.
Entre mis piernas hay erupciones violentas
chorros de néctar salado y lechoso
bajando por tu pequeñísima corteza elástica
sagrario de fetos que salen
desdoblándose entre dunas y estanques
entre el peso de los pasos
y el eco de llantos de un tierno, desdentado y hambriento.
Tu cuello y el mío se entrelazan
en un enrejado de sangre y tejido
tu boca dormida entre los labios que tiritan
mientras el viento levanta tu pelo cano
de joven anciana.

II

Quisiera ser tus ojos
que llevaras mi rostro impreso en las plantas de tus pies
para que fuese yo quien sufriera el desgaste
del camino tortuoso,
de piedras filosas y arena caliente.
Sale el sol sobre los tejados de paja
sobre tu espalda de adobe
que se ladea con el peso de las borrascas
y de las aves matutinas que se columpian
como tus manos que van y vienen
como alas, como espigas doradas de trigo.

III

Te busco entre mi soledad
y la oscuridad de un día eclipsado
mi lienzo tieso de frío
cubierto de hojas secas de mango
con sabor a tu pelo
a tu sudor agridulce, a tus axilas rasas.
Me levanto de esa misma estera
que un día fue húmeda y ahora está que se parte de seca
grabados han quedado nuestros fluidos
cubiertos por las cenizas de un volcán desierto
que se yergue sobre el mismo pueblo
que otrora nos vio fundirnos en un ente abstracto.

[+] Imagen: El capricho del volcán

No hay comentarios: