El Zanate Rodríguez, desde su esquina miraba con tristeza las hendiduras de la lona que imaginaba como su propio reflejo en el suelo, el entrenador lo traía loco con la presión de la deuda que tenía con El Loro por una flota de deportivos que sacó al fiado de su autolote, además de la remojada que le tocaba de vuelta por la demanda de alimentos que le había montado su ex mujer. Estaba jodido, no quería ni levantarse del banco porque se vendría abajo por su propio peso. Qué paradoja la vida, anoche era un campeón con corona y cetro en algún casino de Las Vegas, adulado por mujeres que le meneaban las tetas en la cara y se le sentaban restregando con habilidad sus vaginas rasuradas. Hoy nadie le quiere, hoy fue una mala inversión, un farsante, siete rounds, un don nadie.
De pronto el ring y todo el salón se convierte en un mar de puños, alaridos y silletazos, alguien hace sonar la campana por error y el Zanate Rodriguez, por mero instinto, se levanta del banco y le propina tremendo upper a la quijada del Campeón Mundial que besa el suelo por primera vez. Ya incorporado se percata que ha perdido el fajón y de pronto se siente tan desprotegido y mortal como al inicio de la pelea. Un jab a la mejía le enturbia la vista, y se defiende casi a ciegas buscando la pantaloneta roja de su contrincante entre los animales iracundos. Cae de nuevo, esta vez en definitiva.
El promotor sale escoltado por la puerta de emergencia tarareando un “love is in the air” mientras se pasa la lengua por sus dientes de oro en señal de gozo. Lo han llamado para notificarle el saldo preliminar de las ganancias y ahora piensa armarse una juerga en su penthouse con muchachas importadas.
Los disparos al aire dispersan a la masa, el salón se vacía en un dos por tres y como si todo estuviese fraguado de previo los boxeadores se encuentran solos, sin saber si hay un vencedor y un vencido. Se ven a los ojos, se reconocen en su humanidad por vez primera, ajenos a las cámaras, al marketing de la rudeza, a la disputa por el título. Salen juntos, (uno apoyándose del hombro del otro) a emborracharse en honor a lo linda que es la vida.
[+]Imagen tomada del NYDaily News

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