En la ciudad nos circundan las cárceles,
los almacenes
las colillas de cigarro aventadas adrede
sobre los pisos de las gasolineras
el olor a fritura con heces
el dulce caer de las hojas
el smog, el covid, los gritos del vecino
y nos inunda el temor
de no poder regresar al punto del que
venimos.
En la gravedad del mar
como la luz que cala en los ojos
así vivimos arrebatando espacios que otros
nunca han ocupado
y fusilando a las nubes
vagando erráticos por la arena
troceando al agua con los pies
y arguyéndole al silencio con notas
desafinadas.
El cielo es de papel de estaño
Se funde al crepúsculo mientras abrimos las
bocas
hay un cierre falso en el horizonte
que es un dualismo a trasluz
y que también es como navegar hacia atrás
sobre las sombras que se van haciendo en
pleamar.
Los pescadores se asfixian entre palabras
que no quieren decir
los niños se llenan de piedras los
bolsillos al divisar a los perros merodeadores
las tortugas son desolladas bocaarriba
y los pelícanos planean sin tragedia sobre
la marea.
Ensayo y error
la carne ceniza se trasluce al tacto
nada, la corteza plástica de mi vacío
y me ufano de ser tan fortuitamente
prismático
tan seguro en mis desaciertos
y de llevar un mar de espejos rotos a mis
espaldas.
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