lunes, 3 de enero de 2022

Poema de quien nunca ha apedreado al mar

 

En la ciudad nos circundan las cárceles, los almacenes

las colillas de cigarro aventadas adrede sobre los pisos de las gasolineras

el olor a fritura con heces

el dulce caer de las hojas

el smog, el covid, los gritos del vecino

y nos inunda el temor

de no poder regresar al punto del que venimos.

 

En la gravedad del mar

como la luz que cala en los ojos

así vivimos arrebatando espacios que otros nunca han ocupado

y fusilando a las nubes

vagando erráticos por la arena

troceando al agua con los pies

y arguyéndole al silencio con notas desafinadas. 

 

El cielo es de papel de estaño

Se funde al crepúsculo mientras abrimos las bocas

hay un cierre falso en el horizonte

que es un dualismo a trasluz

y que también es como navegar hacia atrás

sobre las sombras que se van haciendo en pleamar.

 

Los pescadores se asfixian entre palabras que no quieren decir

los niños se llenan de piedras los bolsillos al divisar a los perros merodeadores

las tortugas son desolladas bocaarriba

y los pelícanos planean sin tragedia sobre la marea.

 

Ensayo y error

la carne ceniza se trasluce al tacto

nada, la corteza plástica de mi vacío

y me ufano de ser tan fortuitamente prismático

tan seguro en mis desaciertos

y de llevar un mar de espejos rotos a mis espaldas.






No hay comentarios: