miércoles, 19 de agosto de 2020

Preciso ser mártir para todas mis capas

 Hay una fuga perenne en mi cuerpo/ un crepitar compás de a tiempos precisos/ radicados en mis chasquidos/ que son los últimos rastros de comunicación con mis huesos

Hay listas con apellidos en mis brazos/están ahí, tatuados como lápidas/ alguien los puso mientras dormía/ los propietarios de esos apellidos se comunican conmigo/ a través de la tinta que cambia de forma

Hay una carpeta con fotos de rostros en mi pc/ son miles de ellos/ alguien los recopiló para mí/ en mis sueños los cuelgo sobre ramas y los contemplo/ ellos en lo alto viendo hacia la nada/ yo, enjugados los ojos de lágrimas/ yo, entornando los ojos para describirme a mí mismo sus rasgos/ retrato mental licuadora

El patio está tapizado de hojas volteadas/ anidan gotas que permanecen en su forma íntegra/ atrapadas en la intemporalidad atrapando prismas/ quiebres refractarios multicolores en las comisuras de sus labios de agua/ prisión, fecundo néctar pausado en el rectángulo de ese lienzo clorofila    

 Las voces vienen del fondo del pozo/ los zancudos se reproducen y con ellos las voces/ y las picaduras de los zancudos canalizan esas voces en mis venas/ que explotan/ sí, las venas explotan en mi boca como un babel atmosférico ascendente/ que cubre todo, no de sangre sino de vocablos perdidos en la profundidad de la selva

Y estoy demarcando una frontera en mi cama/ porque la fuga no cesa/ no para de manar fiebre contagiosa de extravío que cala/ mis entrañas, que son pétalos rotos/ veneno instantáneo para las pieles que mudo/ y me extiendo, aquí mismo/ frente a la piedra altar en la que me sacrifico.

preciso ser mártir para todas mis cortezas     

(*) en la imagen, obra Días de silencio, por Oliver Otero

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