martes, 21 de septiembre de 2010

UN CROQUIS DEL CIELO


Quedaría inconcluso. Sería muy injusto dejar que el lector imagine el resto de antemano, aunque no niego el placer de pronosticar sus cavilaciones. Trataré de seguir lo que nunca he iniciado. Trataré de relatar la historia del mentado Silva de Sabana Grande y sus tristes peripecias.

1958 es un año poco memorable para los anales de la historia nacional, para él lo es mucho menos, bien podría situar las fechas en órdenes aleatorios para traicionar su costumbre: 8591, 1598, 5918 y así sucesivamente. El muchacho lleva el Silva por su padrastro que tiene más de intruso que de padre, su madre es planchadora y cocina por encargo en fechas especiales, él a capricho propio lleva el “de Sabana Grande” como baluarte de su procedencia. Silva de Sabana Grande al parecer detestaba su nombre de pila, quizá esa sea la razón por la que se hacía llamar de una forma tan poco práctica.

Un día de octubre salió a pasear por los campos con su primo Simón, llevaban un cholenco encintado a duras penas y con la baba reseca en su trompa de tan sediento, aún así la bestia echó a andar con ellos por mera misericordia. Cruzaron la barda de los Suarez, robaron piñas, guayabas, melocotones y pitahayas y así se las echaron, corrían arriando risotadas, durmieron bajo la escuálida sombra de un jícaro, se llenaron de la polvareda meridiana, descubrieron un nido de ratoneras y no las dejaron en paz hasta sacarlas a todas. El día discurría en la apacibilidad de un cielo de trazos blancos que se tornaban ligeramente grises cuando el sol atravesaba. Al fondo estaba el lago turquesa chispeando tilapias, del otro lado la cordillera pelona y oscura como la bota del Silva de Sabana Grande que esta vez no se ha escapado de la bendición de una gran plasta de mierda, se echaron a reír tiernamente, pensó para sí que uno no debe pensar tanto las cosas, después de todo lo mejor le ha salido así al bolsazo. Su niñez fue una vejez prematura, a sus trece años vio venir un limbo de actos incomprensibles que a duras penas lo dejaron vivo. Decidió al fin creerle a las figuras del cielo. No hay persona que no lo crea loco pero para su primo Simón (amnésico a la sazón) él solo razonaba de forma muy peculiar. Pues bien, en Nicaragua se vive en una burbuja y la gente sabe muy poco de todo pero Silva de Sabana Grande (si corriera con la venia de su pueblo) sería un prodigio, un visionario, un iluminado que lee el lenguaje de los cielos. Ahora que nos hemos alejado de la fecha me logro dar cuenta que pocas veces erraba y, de habérsele escuchado para estas fechas sería un mesías.

Por eso afirmaba (con cierta mofa) que daba igual 1958 que 8519, porque para él existía una constante que lograba paralelismos en el tiempo: la lectura de los cielos. Así supo quienes eran los azotes del abigeato en la zona, señaló al culpable de la violación de la niña Cándida cuando venía de vuelta de Tipitapa, previó incluso el terremoto de la Centroamérica en el ´68, avisaba cuando iba a haber llena del Xolotlán, se atrevió a afirmar (algo increíble para aquellos tiempos) que habría una Nicaragua sin Somoza, pero jamás sus declaraciones fueron tomadas en cuenta más que como balbuceos disparatados.

Su incapacidad de pronunciar correctamente hubiera sido corregida por su primo y al fin poder llegar a los oídos de los incrédulos de no ser que el pobre Simón olvidaba todo cuando ni siquiera lo había terminado de digerir. Fue así como en su incomprensión por el mundo decidieron engavillarse olvidando hasta el mínimo resquicio de realidad existente, para así no pecar de inconscientes.

Silva de Sabana Grande por un capricho también adivinó su muerte, eso fue horas antes, el cielo era pálido, de unos cirros interminables que coronaban la llanura, el fondo tenía un tono rojo tierno que a veces bajaba a un amarillo apagado hasta terminar en ocre, allá donde se divisan los picos chancomidos de los Maribios. Un zumbido inquietaba a las aves que ya no se sentían a gusto en las copas de los arboles, hubieron toneladas de hormigas tiesas ese día, uno caminaba y escuchaba el crujir de sus cuerpos bajo los plantas de los zapatos, de pronto teníamos al lago a la orilla. Ya el mentado Silva había cerrado los ojos.

Foto tomada de la web "Nicaragua actual"

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