viernes, 24 de septiembre de 2010

LOS MONSTRUOS DE VIENTO

Ya he creado falsas identidades, por placer, por burla, por fanatismo, porqué sí. Pero lo que el interlocutor relataba me parecía de lo más fantástico, más bien sacado de una ilusión de vida corta que de la historia tangible. Le inquirí, arrojé todas mis preguntas como dardos en un ataque de curiosidad precoz, él respondió con templanza y sutileza. El lugar era un bar café en la intersección entre Colón y Libertadores, resultó ser primo hermano de Andrés, mi mejor amigo, quien inexplicablemente nos abandonó y salió perdido entre la lluvia. Su aspecto era desaliñado, su barba estaba recortada de la forma más dispareja posible, como si no contó con la ayuda de un espejo, su tabique era de un grosor grotesco y la nariz le bajaba como un bastón colgante, llevaba unos lentes de un inmenso tamaño, es más, acaparaban la mitad de su cara, no entraré en detalles con su ropa porque me es tan banal como insólito. El resultado fue su historia, contada al calor de boquitas y cervezas, una tras otra hasta contar las diez por persona; todo esto en medio de una lluvia gruesa e inclemente. No niego mi ebriedad pero aún y con todo he tratado de recordar la base de su engaño, fue algo así:

Verás, tu nombre es Bruno ¿no? exacto, Bruuuuno, pues bien revolución no es como Bruno, tu nombre es real y se canaliza en vos, la palabra revolución vendría a ser más bien un artificio, un mito, sea donde sea, un plato adobado con propaganda, idealismo o con lo que uno quiera agregar (eructos). Pues bien, aquí donde me ves yo creé una revolución, sin una bala, sin salir a la calle, sin gritos. Yo hice estructuras de hombres, modelos de hombres, los monté a un pedestal para que el pueblo los adorara, creyera en ellos, luchara por ellos, rezara por ellos, matara por ellos. Fue hace mucho tiempo pero no olvido. No soy un charlatán, no me cuesta dormir por el peso de conciencia, creímos hacer lo debido y la historia nos recordará por ello ¿qué mejor cosa qué eso? Era 1971, hacía tres años que me había graduado como periodista, de inmediato ingresé a la facultad de derecho pero lo más grueso de la guerra me impidió seguir. Ya desde antes era militante, mi labor era la de reclutar más adeptos. En el ´69 tuve que huir a México porque corría mucho peligro, ahí conocí a Filadelfio Rodríguez, hombre nítido y duro como la superficie del acero inoxidable, Filadelfio impartía la cátedra de antropología política en la UNAM y había llevado a Alemán al poder a punta de espejismos. Yo, identificando su genio me le acerqué y rápido me acogió como un acólito. Regresé en el ´71, en ese momento el gobierno empezaba a impulsar sus políticas que aunque renovadoras y radiantes de esperanza se aplicaban con timidez, las leyes se gestaban ruborizadas como niños con pena ante la población que aún estaba sobrecogida por el espectro de una guerra que había durado veinte años. Afirmo incluso que la población se volvió masoquista, se habían acostumbrado tanto al conflicto que lo añoraban, y en esta transición fueron varias las veces que salían a las calles a crear un caos porqué sí. Suena muy raro, yo sé, pero es más raro analizar el comportamiento estando ahí. Pues bien, Ángel, mi hermano mayor para ese tiempo trabajaba en Presidencia, me consiguió una plaza, por mi palanca y mi curriculum fui nombrado director de prensa de Presidencia.

Al llegar y ver mi alrededor no había más que un buró de funcionarios agotados, incompetentes para sus acciones en su mayoría. Por desgracia el gobierno perdía credibilidad rápidamente y ya estaban surgiendo las primeras huelgas generalizadas, las primeras asociaciones políticas de oposición, le recalco esto sólo para que recuerde que era un estado sui generis. Yo mismo hablé con el presidente, le expuse sin pelos mi visión del problema y la estrategia que se debía tomar para no ahogarnos antes de tiempo. Aceptó.

Al día siguiente las radios y televisoras amanecieron con la noticia de que cuatro comandantes habían sido secuestrados por hombres del ex general, eran sujetos muy conocidos y queridos por el pueblo, uno un cura que agarró el fusil y que, aunque por el hecho de actuar en contra las normas de la iglesia jamás renegó de su fe, el segundo hijo de un hacendado rico que prefirió luchar para liberar a su pueblo que amasar la fortuna familiar, el tercero un profesor de montaña, el cuarto el hermano menor de un mártir. Aquello tomó su rumbo y rindió los primeros frutos: la unidad ante la tragedia. Al cabo de veinte días (tratando de no hacerlo largo para que la expectación no terminara en aburrimiento) los secuestrados fueron rescatados en una misión heroica de suma importancia. El pueblo cargó en hombros a sus comandantes devueltos, hecho que fue aprovechado para lanzar una reforma agraria, una nueva ley fiscal, una constituyente que parió una nueva constitución, entre otras maniobras a gran escala. El presidente sintió que me debía mucho y me entregó una libreta de banco con un saldo de siete cifras ¿qué iba a hacer yo? ni modo. Pero a la vez me veía con cierto temor o recelo, como se le ve a un sujeto peligroso, pero eso aun no me quitaba el sueño. Los comandantes siguieron haciendo noticia, se ganaron las elecciones del ´75, fue en ese mismo año que fui relegado de mi cargo para ocupar otro que decidí no aceptar. El presidente se había librado de mí, había aprendido todo lo que tenía que aprender para permanecer en el poder. Lo más duro de todo fue el reencuentro con Filadelfio, al contarle los hechos me aniquiló el espíritu con una bofetada, te podés imaginar Bruno, a como yo lo veo la bofetada de tu mentor por haber fallado es más dura que la de una madre, que la de una esposa, que la de cualquiera. Ese pueblo está sumido en la tristeza, allá se alimentan del recuerdo, yo prefiero el exilio.

Se empinó largamente la botella, las gotas corrían por su brazo pálido, había más de veinte colillas aplastadas contra el cenicero, la lluvia enturbiaba los reflejos de las luces, el mesero agitado venía cada diez minutos a inspeccionar la mesa en señal de que es hora de cerrar. No respondió a mis preguntas, sólo se despidió alertándome del peligro de crear monstruos que pueden desarrollarse tanto que será imposible erradicarlos.
Grabado: El sueño de la razón produce monstruos, por Francisco de Goya

martes, 21 de septiembre de 2010

UN CROQUIS DEL CIELO


Quedaría inconcluso. Sería muy injusto dejar que el lector imagine el resto de antemano, aunque no niego el placer de pronosticar sus cavilaciones. Trataré de seguir lo que nunca he iniciado. Trataré de relatar la historia del mentado Silva de Sabana Grande y sus tristes peripecias.

1958 es un año poco memorable para los anales de la historia nacional, para él lo es mucho menos, bien podría situar las fechas en órdenes aleatorios para traicionar su costumbre: 8591, 1598, 5918 y así sucesivamente. El muchacho lleva el Silva por su padrastro que tiene más de intruso que de padre, su madre es planchadora y cocina por encargo en fechas especiales, él a capricho propio lleva el “de Sabana Grande” como baluarte de su procedencia. Silva de Sabana Grande al parecer detestaba su nombre de pila, quizá esa sea la razón por la que se hacía llamar de una forma tan poco práctica.

Un día de octubre salió a pasear por los campos con su primo Simón, llevaban un cholenco encintado a duras penas y con la baba reseca en su trompa de tan sediento, aún así la bestia echó a andar con ellos por mera misericordia. Cruzaron la barda de los Suarez, robaron piñas, guayabas, melocotones y pitahayas y así se las echaron, corrían arriando risotadas, durmieron bajo la escuálida sombra de un jícaro, se llenaron de la polvareda meridiana, descubrieron un nido de ratoneras y no las dejaron en paz hasta sacarlas a todas. El día discurría en la apacibilidad de un cielo de trazos blancos que se tornaban ligeramente grises cuando el sol atravesaba. Al fondo estaba el lago turquesa chispeando tilapias, del otro lado la cordillera pelona y oscura como la bota del Silva de Sabana Grande que esta vez no se ha escapado de la bendición de una gran plasta de mierda, se echaron a reír tiernamente, pensó para sí que uno no debe pensar tanto las cosas, después de todo lo mejor le ha salido así al bolsazo. Su niñez fue una vejez prematura, a sus trece años vio venir un limbo de actos incomprensibles que a duras penas lo dejaron vivo. Decidió al fin creerle a las figuras del cielo. No hay persona que no lo crea loco pero para su primo Simón (amnésico a la sazón) él solo razonaba de forma muy peculiar. Pues bien, en Nicaragua se vive en una burbuja y la gente sabe muy poco de todo pero Silva de Sabana Grande (si corriera con la venia de su pueblo) sería un prodigio, un visionario, un iluminado que lee el lenguaje de los cielos. Ahora que nos hemos alejado de la fecha me logro dar cuenta que pocas veces erraba y, de habérsele escuchado para estas fechas sería un mesías.

Por eso afirmaba (con cierta mofa) que daba igual 1958 que 8519, porque para él existía una constante que lograba paralelismos en el tiempo: la lectura de los cielos. Así supo quienes eran los azotes del abigeato en la zona, señaló al culpable de la violación de la niña Cándida cuando venía de vuelta de Tipitapa, previó incluso el terremoto de la Centroamérica en el ´68, avisaba cuando iba a haber llena del Xolotlán, se atrevió a afirmar (algo increíble para aquellos tiempos) que habría una Nicaragua sin Somoza, pero jamás sus declaraciones fueron tomadas en cuenta más que como balbuceos disparatados.

Su incapacidad de pronunciar correctamente hubiera sido corregida por su primo y al fin poder llegar a los oídos de los incrédulos de no ser que el pobre Simón olvidaba todo cuando ni siquiera lo había terminado de digerir. Fue así como en su incomprensión por el mundo decidieron engavillarse olvidando hasta el mínimo resquicio de realidad existente, para así no pecar de inconscientes.

Silva de Sabana Grande por un capricho también adivinó su muerte, eso fue horas antes, el cielo era pálido, de unos cirros interminables que coronaban la llanura, el fondo tenía un tono rojo tierno que a veces bajaba a un amarillo apagado hasta terminar en ocre, allá donde se divisan los picos chancomidos de los Maribios. Un zumbido inquietaba a las aves que ya no se sentían a gusto en las copas de los arboles, hubieron toneladas de hormigas tiesas ese día, uno caminaba y escuchaba el crujir de sus cuerpos bajo los plantas de los zapatos, de pronto teníamos al lago a la orilla. Ya el mentado Silva había cerrado los ojos.

Foto tomada de la web "Nicaragua actual"

domingo, 12 de septiembre de 2010

RELACIÓN EPISTOLAR


Me doy cuenta que escribirte es un error de esos que por lógica son tan evitables. El baile de salón en mi cabeza (ese que en su permanencia te concibe) me ha mareado, me ha dejado descubrir las imperfecciones de este piso. Hoy salí al día, intenté no buscarte, hice de todo para no encontrarte entre tanto objeto con recuerdos tallados en cincel, pero jodido cómo es de fácil el engaño. Siempre he sido combativo de mis propias voluntades, en este caso lucho por no verte mientras cierro los ojos y camino hacia la oscuridad acostumbrada pero tan temida, me entrego a medias pues con recelo; el proceso es tan breve como arduo, al principio hay inmensas manchas teñidas en colores primarios que poco a poco se van diseminando, se espacian en sus huidas veloces y van adoptando la forma de un ejército de diminutísimos entes infrarrojos que bailan concéntricamente, más tarde se baja un telón verduzco que dispara millares de esos mismos entes: es momento de declarar la guerra subatómica y de vencer a la luz. Me doy cuenta de que estoy estresado y no han pasado más que dos minutos, he vuelto a abrir los ojos pero las manchas persisten como si la percepción visual se desdoblara en claroscuros, no he entrado en vos, aún me rehúso con estoicismo. Entonces me siento a escribirte de nuevo, te escribo sin el apego a vos, imaginándote a través de un vestido flotante que te ha consumido, trato de no relacionarte con nada más que con ese vestido que permanece inmóvil, vivís a través de él y es lo que te caracteriza y a la vez me sirve para confundirte entre el resto de las cosas y hacerte mucho menos humana y mucho más prescindible. Te escribo esta carta que flota como tu vestido, esta carta tan poco trascendental como las batallas que libro al cerrar los ojos. He sucumbido en mi intento por desconocerte.

[+] Imagen: Swimming lesson. Jacek Yerka

sábado, 11 de septiembre de 2010

BREVE MUERTE DE MI VERSO EN PROSA

Mi prosa es un juego de azar
una lengua enredada entre trampas dentales
la distancia entre libertad y el yugo
una noche de fútiles descaros
¡qué decir!
soy reproductor de historias cortas
para ojos trasnochados
reniego de disciplinas
sufro del mal de la mezquindad
y repienso tanto
que al fin la idea, de tan madura
ya no es útil para la cosecha
Es más
este disparate escrito en verso (por mero capricho)
podría ir de corrido y enlatarse en cinco líneas.
DE PRONTO ESTE ESPACIO
TAN ARTIFICIAL
SUFRE DE NOSTALGIA