jueves, 24 de septiembre de 2009

RESTAURANTE PARA SORDOS

Un hilo de lino ataba las cabezas de los comensales dispuestos de forma circular en mesas de patas rencas. Comían, bebían y observaban. Una pareja se comunicaba por medio de gestos, el resto contemplaba, en quietud y silencio. Germán maquinaba en qué maquinan los leopardos mientras engullen a su presa, maquinaba el sabor a sangre y pellejos, y posaba la lengua sobre el labio superior para saborear imaginariamente el sabor que siente el leopardo. Teo maquinaba en el silencio y en cómo era presa de su propio silencio, masticaba una rama de apio con fuerza para intentar oír, taconeaba en el piso, rasgaba su frac con la uña afilada del dedo meñique que emplea de herramienta por las noches para inhalar coca. Mutan los hombres enmudecidos, los mudos se vuelven mutantes mudos, los ciegos segando la mies, la mies ciega segada a oscuras. El aire acondicionado se había descompuesto, fue suplantado por abanicos de techo; Rocío olía su pelo con los ojos cerrados, imaginando a los cerros ticuantepeños con su verde e inclinado pasto ¡como se parecen al pelaje ralo de la cabeza de un niño! Recordó que después de bañar a su niño le echaba colonia en su tierna cabecita y lo llenaba de besos. Secó una atrevida lágrima con su cremoso y delicado índice. Los recuerdos aumentan de decibel en un mundo amordazado. Roxana sostiene un cigarrillo con su mano izquierda, con la otra limpia una mesa con la vehemencia de un mozo que ha recibido jugosa propina. Siniestro es el vicio y diestra la mano que busca la pulcritud. Saúl jugaba con el sonido de la cuchara contra el plato, pero ¿cómo escuchaba Saúl? pues imaginaba como sonaría la cuchara contra el plato como se imagina uno como podría ser el cielo o el interior del corazón de un cangrejo. Paco era feliz, inmensamente feliz, miraba en el televisor de la esquina al pato Lucas saltando en una pata y él quiso saltar en una pata también. Sabía que era libre, sabía que no era presa ni esclavo del ruido ni del opresor estruendo de una bomba, de una bocina, de una sirena, de una respiración agitada. Los comensales comían pensamientos, llevaban hilo atado a sus cabezas y entretejían los sueños de unos con los de los otros.

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