martes, 15 de septiembre de 2009

EL PACIENTE BÉLICO

Y ahí estoy yo doctor, como en las noches friísimas en Chechenia, como metido en un caldero en Ruanda, como pisando la luna en los relieves de Kandahar. Me persigue el insomnio desde que llegué, han pasado más de dos semanas y no he logrado pegar el ojo. Aura y yo nos vamos al porche por las tardes, me hace cebada y me mece en la hamaca durante horas, contándome de los acontecimientos del pueblo durante mi ausencia, se acerca, me acaricia la cara y como me gusta. Yo la escucho poco, ella no pregunta. Todo es calmo y lindo hasta que exploto violentamente contra cualquier cosa que tengo a la vista, y en ese momento no soy consciente doctor, porque si lo fuera no lo hiciera. Y despierto, ya de noche y sudado, sangrando a veces, otras inmovilizado, amarrado al cuartón y veo su cara doctor, mi Aura hecha pedazos, lo sé, lo veo en sus ojos y lloro doctor, y ella llora conmigo hasta que se queda dormida del cansancio. Yo no la despierto doctor, me la llevo a la cama y la cobijo y me voy a caminar por los senderos polvosos con la esperanza de dejar ahí al demonio guerrero que llevo dentro. Y empiezo a ver las centellas, y escuchar los estruendos, y me cubro. Llevo casco, botas y granadas, y la adrenalina corriéndome por las venas, estimulando a la mente que canta el lema: “matar, matar, matar, ese es mi deber”. Y mato doctor, pero yo no soy de esos que disparan sin saber que matan sino que me cercioro de haber matado, y eso doctor me hace tan feliz. Y me despierto en chinelas, camisa de lino y jeans, envuelto en tierra, a veces rodeado de gente, a veces solo. Es tan triste que ya nada sea como antes, cuando todos tocaban a mi puerta para que afinara sus instrumentos y les enseñara a leer, sumar y restar a sus niños, es tan triste vivir en el portal entre un mundo y otro y al final no pertenecer a ninguno. Es tan triste doctor que he pensado en desaparecer, irme de verdad y para siempre y sobre todo dejar a mi Aura tranquila.

El doctor se levanta de su asiento, se ve al espejo, se toca la cara al tiempo que se dice a sí mismo: “matar, matar, matar, ese es mi deber”.

No hay comentarios: