Me gustan los días nublados, son mucho más apacibles
me gusta ver cómo se va creando el rastro en las sombras de las cosas
(es decir las sombras de las sombras) y como el rastro se va alimentando
de la sombra, y se hace gordo y acaparador, y le ordena a gritos a la sombra
que se proyecte más amplio porque si no se la come.
Entonces la sombra coercionada se ve en la penosa situación de ensancharse y
consumir al objeto - y ella no quiere, jura que no quiere – y le advierte del peligro, le ruega que se mueva.
El objeto rebelde piensa que es capricho de la sombra y se queda ahí, inmóvil, desoyendo la advertencia. La sombra no quiere y sufre, pero el rastro es voraz y despiadado.
Las sombras también tienen sus demonios. El objeto se disminuye gradualmente hasta que no queda nada, ni rastro de que existió.
Así es como nosotros, objetos de las sombras, poco a poco, vamos desapareciendo.
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