No quiero creer.
Que las flores naveguen
como barcas luminosas por el río.
Es imposible.
Que los techos tiriten de frío en abril
y que las paredes contengan el dolor que yace dentro.
No puedo creer.
Que un zanate vuele con solo un ala
y que por las noches un desfile de rencos asalten la ciudad
traqueteando en el suelo con sus muletas desquebrajadas
como sus cuerpos tiesos y a medio morir.
No quiero creer.
Que los eucaliptos y las brujas bailen solo de noche
y que las putas lo hagan en tubos, sin ganas
así como el sol que se asoma apenas en días nublados
envuelto en nubes y tristeza.
No quiero creer. Es imposible.
Que las hiedras y el ego crezcan solo para arriba
y que el cuerpo solo espera al tiempo
para poder enterrarse a sí mismo en un hoyo.
No puedo creer. Es imposible.
Que las calles luzcan vacías
como las mentes de quienes viven en ellas
y que los perros meen en las esquinas
mientras persiguen la luz en jaurías.
No puedo creer.
Es imposible tu ausencia
como la añoranza que siente la cofia por tu pelo
y el silencio recluido en la casa
como las vacas que mugen al viento.
Y tu ausencia, tu infinita ausencia es imposible
y si es posible
prefiero no darme cuenta.
[+] En memoria de Mario Benedetti, quien con su poema “Esta ciudad es de mentira” me inspiró a escribir este.
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