sábado, 11 de julio de 2009

YO NO LE CONFÍO MR. FRIEDMAN




Milton Friedman, el hombre, la leyenda. Eran tiempos duros y oscuros en Estados Unidos, se vivía la Gran Depresión a gran escala, los empresarios se habían endeudado hasta el cuello por haberse creído sus propios cuentos; las acciones en la Bolsa, sin paracaídas, se desplomaron y estallaron al impacto con el suelo, el crash bursátil motivó la insolvencia de los bancos y el descontento generalizado. Las exportaciones y el producto interno bruto experimentaron índices deplorables para la que era en aquellos tiempos la economía emergente más fuerte del mundo.
El presidente Hoover, en un acto precipitado y catastrófico dirigió una política de Estado proteccionista, nacionalizando a diestra y siniestra. Debido a toda esta tramoya que ahogaba las economías mundiales por efecto dominó era necesaria la modificación del sistema; así es como surge Mr. Friedman, como truco sacado de un sombrero negro de copa, aquella figura elocuente e incisiva causa revuelo entre los círculos influyentes, con sus ideas innovadoras y harto ambiciosas ¿pero cuál era el plan verdadero de Mr. Friedman? Sus fines, a mi criterio no han sido más que la anarquía económica, el descontrol del mercado, el sesgo de clases sociales, la acumulación desmesurada de capital a manos de unos tantos y la infinita miseria del pueblo; ¿los medios para alcanzar sus fines? un abanico de teorías perniciosas a todas luces, difundidas y llevadas a la práctica en todo el mundo por sistemas e instituciones inescrupulosas.
Mr. Friedman propugnó por la total independencia del mercado frente al Estado o cualquier otro ente que pretenda regularlo, soñó con ver a un monstruo omnipresente, omnipotente y autosuficiente…lo logró. Hay dos maneras de ser mentiroso, está el que miente con temor e inseguridad, suda y se muestra nervioso, a este se le logra desenmascarar fácilmente; por otro lado está el que estudia y analiza su mentira, la ensaya y dramatiza, la vuelve perfecta, creíble, convincente, Mr. Friedman fue un perfeccionista en el arte de la mentira, un caudillo intelectual para las élites y sus intereses. Aclamado y venerado, pronto se vio de asesor de Estado en administraciones como las de Kennedy y Johnson, sus postulados fueron adoptados por Reagan, Margaret Thatcher y Pinochet. Fue precursor y férreo defensor del neoliberalismo y el capitalismo salvaje, para él el Estado es una institución viciada por naturaleza, que por tanto debe liberar a la empresa privada ya que esta es la única fuente generadora de riquezas; “free market for free people”. Se soltaron las amarras de las bestias depredadoras para que salieran a cazar, surgieron los oligopolios, se multiplicaron las grandes corporaciones, los grandes préstamos y empréstitos, la especulación bursátil y los paraísos fiscales. Las leyes empezaron a dictarse al servicio de los ricos, se confeccionaban por las noches, en medio de tertulias de humo, licor, scorts y amenazas. El Estado perdió su derecho y su identidad. Mr. Friedman, el autor intelectual, dormía tranquilo porque era ajeno a todo sentimiento de culpa, mientras él dormía las corporaciones, los medios de comunicación y los gobiernos títeres o tiránicos fraguaban su plan de intimidación, coerción, secretismo y proscripción. El hábito del consumo, vacío y accesorio pronto se tomó por asalto a la humanidad, se le empezó a venerar, a rendir culto, y a sus mentores a rendir pleitesía.
Las sociedades cambiaron, se globalizaron, cediendo su identidad por un reino fantasioso de luces y artefactos. El descontrol económico provocó el descontrol colectivo, la necesidad por lo superfluo y lo vacío, la pérdida gradual de la identidad, de la moral, de la conciencia. Se ensanchó la brecha entre el caudal y la sequía. Con el neoliberalismo se instauró el neocolonialismo sobre las naciones más pobres, se privatizaron sus servicios y sus medios de vida, se reprimió la opinión y la rebeldía, los caciques locales aseguraban su futuro poniendo en venta a la patria, su voluntad y su soberanía. Se intensificó la injerencia, evolucionó a todos los niveles con entes como el FMI y el Banco Mundial que se encargaron de tirarle migas al Tercer Mundo mientras le oprimía el pescuezo con su zapato de cuero procesado en las maquilas.
El ser cíclico es el que no trasciende, el que repite y reproduce, así fue que sucedió de nuevo el desastre de la economía mundial, de repente las estructuras de poder empezaron a balancearse y ceder por su propio peso, quiebras de bancos, cierre de fábricas y filiales corporativas, desempleo masivo, caída de los mercados, las bolsas y las monedas, incapacidad de pago, el diablo empezó a rondar Wall Street. El planeta casi en su totalidad fue una prueba de ensayo de un grupo de maniáticos, se demostró con fundamento científico que el proyecto fracasó y trajo consigo terribles consecuencias.
El Estado, ante la indefensión de las empresas y el deterioro económico, tuvo que salir al rescate previniendo la hecatombe. Luego de eso entramos a otra era, estamos dentro de un momento histórico sin precedentes, un momento determinante para la posteridad, donde es imperativo una renovación, una restauración del orden y la conciencia. Debemos, como una necesidad más que una obligación, romper las estructuras que se heredan antojadizamente, mudar de sistema si es necesario, olvidar el pasado y sus sombras y reinventarnos con los pilares de la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad y ahora sí una profunda búsqueda de la inteligencia y el discernimiento; sólo así es será la manera en que no nos volveremos a dejar llevar por teóricos del desastre como Mr. Friedman (q.e.p.d.).

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