domingo, 14 de junio de 2009

RETRATO DE FAMILIA

Los días grises se confunden con el asfalto, las caras callejeras ahumadas por los escapes de los buses urbanos que se abalanzan como bestias motoras gigantes. Una pareja de niñas harapientas espera el cambio de semáforo en el boulevard, mientras tanto juegan con muñequitas plásticas, blancas, de ojitos azules y pelo rizado. Oyen y sienten el crujir de sus tripitas, se quedan viendo una a la otra y se tiran una tímida risa como para que nadie más las oiga. Caminan descalzas, con los pies hechos callo y llaga, hacen grillitos con cintas de palma, venden vicios ajenos y limpian parabrisas; por las noches se meten en los porches abiertos de las casas, en los parqueos públicos o en alguna caseta vacía y cuentan historias de cadejos y ceguas saliéndole a la gente mala.
A cien metros de ahí una muchacha de rasgos similares se seca la frente con el brazo, camina a paso lento con sus chinelas de ganchos reventados, pide monedas sin ofrecer nada a cambio salvo pesar y miseria, el peso de la panza la empuja hacia adelante haciendo aun más dificultosa la tarea. Extiende la mano y recibe muy poco por no ser creativa, su única gracia y carga es estar embarazada por tercera vez a sus veinte años. De vez en cuando se arrecuesta bajo la sombra de un chilamate, extenuada, recordando los días de escuela y las fiestas del barrio y al cabo de todo se echa al llanto al pensar en su juventud mermada. Se entregó a un tipo mayor, un seudoenamorado de discurso burdo y resbaloso, pero que a fin de cuentas a ella le resultó lo suficientemente convincente como para entregarse a él enteramente. Ahora la distancia entre el amor y el asco le resulta irreconocible.
La urbe devora los sueños, los entierra bajo el cemento para que nunca más salgan a flote, después pasan miles de llantas para que no quepa duda; el cielo se torna aun más oscuro, cae una lluvia pesada que bota al cuerpo, se escucha un chiflido en señal de repliegue y la familia de harapos se funde en un solo abrazo, tiritando de frío y estremeciéndose de hambre.

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