sábado, 9 de mayo de 2009

DIETA




-¿Te acordás que te hablé de estos pescaditos en Masachapa?- le dije al ver su pecera, al tiempo que me empinaba un trago seco de guarón añejo, ella que caminaba adelante asintió con la cabeza como no queriendo responder. La sujeté fuerte del brazo y me la traje contra mi pecho para robarle un beso abierto con sabor a agua salada, ella me condujo a un cuarto sin cielo raso y tapizado en madera, se quitó la traba del pelo y la blusa sudada, me tiró a la cama y por su sonrisa entre traviesa y perversa le adiviné la intención de tratarme violentamente, pensé en que me ataría a la cama, amordazándome, que sacaría una coyunda del ropero o en defecto mi propia faja y me daría con la hebilla hasta quedar inconsciente- Sucesos: joven se pasa de juegos con su amante atacándole con una hebilla hasta dejarlo muerto-…ella tan sólo se limitó a posarse sobre mi y besarme el cuello. Su piel tersa olía a crema de coco, la iba desnudando de a poco disfrutándole cada rincón de su cuerpo con mi lengua excitada, ella se retorcía como no queriendo, y a la vez me posaba todo el cuerpo para que lo tomara. Me tira a un lado y de nuevo se posa sobre mí, empieza a desvestirme para que todo esté parejo, me percato del calor por las gotas que le salen de la frente, que bajan al cuello yendo en picada hasta los senos, dibujando esa silueta magníficamente montañosa-las mujeres sudan poco- pensé. Al lado izquierdo del cuarto una ventana que da al patio, con marcos de azul cielo, sonaba con el chocar del viento; una mesita de noche a la par de la cama y sobre esta una retratera de ella cuando niña, vio que yo veía la foto- Si a esa edad hubiera sabido lo rico que es coger a estas alturas sería una puta solo por placer- ambos rompimos en carcajadas, besos, apretones de manos y tetas y más besos. Hace una semana en una noche en la que me metió al cuarto a escondidas me contó que era virgen, yo, entre incrédulo y emocionado le di una larga charla de psicólogo sexual que terminó en un millón de gemidos, sollozos y penetraciones. Hoy por la mañana la aguja de la pesa se había corrido cinco espacios, tenía cinco libras de menos ¡una semana! un boxeador tendría que suprimir desayuno y cena para bajar cinco libras y dar el peso en una semana, lo mío fue más productivo y provechoso, hacer el amor en la playa y por toda Managua, como condenados, como conejitos, día, tarde y noche por una semana. Me traía loco, se me paró el tiempo en su piel, olvidé el trabajo, al gato, las charlas y el humo gris de las noches, no comíamos, no nos percatábamos siquiera si respirábamos, yo encontré mi morada en ese capullo. El cuarto entero empezó a estremecerse por el movimiento hasta que se nos vino abajo.

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