miércoles, 12 de diciembre de 2018

A veces intento echar raíces


Y (...)
río y danzo por las noches, y ando a oscuras en el bosque sin lastimarme la cabeza.
A veces me desdoblo/me bifurco
y mis dos yos llegan al mismo punto justo al momento de la comida.
De vez en cuando pienso en el urbano fragor
pero la soledad ya no me apena
acá no hay interferencia ni elocuencia, tampoco sonidos radiofónicos
ni de aparatos electrónicos… ni siquiera hay apariencias.
Juego al animal cazado o me derrito en fogatas de boiscouts como malvavisco
para sobrellevar la intemperie.
Hay días en los que brillo. Es una luz tenue intermitente púrpura que sale de mi pecho,
luego del suceso cosecho hongos, me les como así enteros y los vomito…
entonces todo se torna rutilante, como un mar de espejos rotos que emerge de mis entrañas
ergo, mis ojos se multiplican en cuencas refractarias de los poros del suelo
que despiden haces solares
                                                                o huellas de la era posnuclear
                                                                da igual
                                el extravío en el brillo es el mismo.
Hay días de bruma, entonces las luces se difuminan
se vuelven flashes efímeros
piedras volcánicas flotan incandescentes              
                                                                                                frotándose las lenguas con fuego primigenio
la luna roja mengua sobre un telón traslúcido
y se divisan deidades copulando brutalmente.
Alguna parte de mí trasciende al cuerpo
                                                                                y resuena en el tronco de un árbol
o hace ondas expansivas en la superficie del lago
cuyo fondo es frío y turbio y frío
                                                                y está plagado de cadáveres de xerófitas multicolores
que se alimentan de los cadáveres.
Alguna parte de mí lucha por volver al centro, o a la absurda realidad   
se queda ahí –animal absurdo- absorto en su propia mortalidad
el cielo oscuro que le pasa por debajo
los cascos de antílopes en estampida machacando su espalda
el colmillo de bestia atravesándole el cráneo
nada le separa de su empecinamiento
de su humanidad papel mojado.
Un grito apagado suelta el fondo del túnel
allá donde las ramas se transforman en espinas
donde hay espinas pienso en espigas que cultivo con palabras luminosas
pues las sombras siempre invocan ruidos huecos
que truequeo por huesos y a su vez los huesos por más hongos
para que así una parte de mí convenza a mis restos.
  

miércoles, 21 de febrero de 2018

Panorámica 360° de la generación perdida




Seres informes/ del campo hacia la fosa común / piel y huesos combinados en la toma aérea que se muestra en el cuadrante como la pasta de vómito/ Ctrl+Alt+Del para sus mentes/ cayendo junto a las rocas ígneas, disfrutando sus últimos destellos/ Voraces los carroñeros que esperan el festín a pie de tierra/ Se van, no los queremos/ Se van, ya no son nuestros/ borramos sus códigos y quemamos sus charreteras/ Porque (nos repetimos) ya no son nuestros/ Porque los infames nos dejaron desconsolados e ignorantes/ Sin una puta idea de cómo gobernar esta patria desquebrajada/ pues sí, nosotros estamos, apenas/ figurines de papel lustrillo decolorados/ pus en los pulmones – púas en la garganta/ nosotros nos quedamos, apagándonos de a poco/ minusválidos, esclerósicos/ diseminada nuestra mala muerte por el campo yermo/ ya ni nos quejamos/ ya que más da...

jueves, 25 de enero de 2018

POESÍA LAXA PARA ANIMALES SALVAJES

 I

El idiota, ya nada puedo hacer por él
                                                                                             Él se quemará mirando al sol…
Pescado Rabioso
                        

El bosquejo
escrito en papel de liar, o de lija
frunciéndose en tu mano de seda.
Intermitente y tibia sangre
que se cuela en los poros de la arena ocre.
Piel cauterizada
y la trampa que se eyecta por los aires
y te vuela verga, incesantemente
como para que te calles de una vez
               porque
ya que más dan las estructuras
si saltamos cada vez que nos llaman
              /por nuestros nombres/
si del superego asoman más sombras
siluetas grandilocuentes
               que se reproducen en los ocasos.
para, ahora sí y en su terreno, seguir volándote verga.
Ya no me salvés, de esto que llaman
el destierro de uno mismo
dejame en dos actos:
1)    dejá que los perros rabiosos me despedacen la carne
2)    y que las gargantas me engullan
para soltar la cuerda con romance y con estilo.
Acá me separo de la intro que te compuse
entre lisérgicos y mezcales
acá te dejo varada, en la nada abrasante.