sábado, 16 de enero de 2010

EXTRA ROUND

Él sonrió con su boca quebrantada de dolor, los flashes se reflejaban en sus ojos inundados de la emoción palpitante de aquel momento eterno. Tenía una cortadura diagonal en su ceja izquierda que sacaba un arroyito de sangre tibia y bajaba hasta la depresión de su cuello ancho. Sentía que no podía dejar de caminar, daba vueltas erráticas como embriagado por la afición y el sabor dulcísimo de la victoria, el grupo lo seguía como moscos hipnotizados por el néctar, le limpiaban la frente, le sacaban fotos, lo cargaban en hombros y gritaban su nombre. Un presentador de esmoquin y alto copete entonaba un discurso de gallo eufórico, levantaba el brazo del muchacho mientras le decía cosas inaudibles porque nada podía distinguirse en aquel Babel cuadrilátero que flotaba sobre el suelo. Habían unos que agitaban pósteres (fans de última hora), otros habían nockeado en las apuestas desde la comodidad de sus asientos. El resto con saldos en rojo, furiosos, malos perdedores que no soportaban tanto ánimo. Millón y medio de televidentes se habían desembolsado veinte, cincuenta, cien dólares para el bill del pay per view. El peso del fajón se ceñía a su cintura, Campeón Mundial en letra mayúscula, la frase redoblándole en la cabeza, quien iba a pensar que de revoltoso de escuela y peleonero de barrio, (fajándose a lo “taco a taco” como lo disfrutaba) iría a llegar a ser el púgil más sonado del país.

El Zanate Rodríguez, desde su esquina miraba con tristeza las hendiduras de la lona que imaginaba como su propio reflejo en el suelo, el entrenador lo traía loco con la presión de la deuda que tenía con El Loro por una flota de deportivos que sacó al fiado de su autolote, además de la remojada que le tocaba de vuelta por la demanda de alimentos que le había montado su ex mujer. Estaba jodido, no quería ni levantarse del banco porque se vendría abajo por su propio peso. Qué paradoja la vida, anoche era un campeón con corona y cetro en algún casino de Las Vegas, adulado por mujeres que le meneaban las tetas en la cara y se le sentaban restregando con habilidad sus vaginas rasuradas. Hoy nadie le quiere, hoy fue una mala inversión, un farsante, siete rounds, un don nadie.
De pronto el ring y todo el salón se convierte en un mar de puños, alaridos y silletazos, alguien hace sonar la campana por error y el Zanate Rodriguez, por mero instinto, se levanta del banco y le propina tremendo upper a la quijada del Campeón Mundial que besa el suelo por primera vez. Ya incorporado se percata que ha perdido el fajón y de pronto se siente tan desprotegido y mortal como al inicio de la pelea. Un jab a la mejía le enturbia la vista, y se defiende casi a ciegas buscando la pantaloneta roja de su contrincante entre los animales iracundos. Cae de nuevo, esta vez en definitiva.

El promotor sale escoltado por la puerta de emergencia tarareando un “love is in the air” mientras se pasa la lengua por sus dientes de oro en señal de gozo. Lo han llamado para notificarle el saldo preliminar de las ganancias y ahora piensa armarse una juerga en su penthouse con muchachas importadas.

Los disparos al aire dispersan a la masa, el salón se vacía en un dos por tres y como si todo estuviese fraguado de previo los boxeadores se encuentran solos, sin saber si hay un vencedor y un vencido. Se ven a los ojos, se reconocen en su humanidad por vez primera, ajenos a las cámaras, al marketing de la rudeza, a la disputa por el título. Salen juntos, (uno apoyándose del hombro del otro) a emborracharse en honor a lo linda que es la vida.

[+]Imagen tomada del NYDaily News

domingo, 10 de enero de 2010

Cae cae
Silueta borrosa
Al vacío
Que caerán las palabras
Y sus sonidos huecos
A su nicho
Al abismo
Del que todos somos dueños.

Y nadie quiere pertenecer al abismo porque da miedo, porque no da el sol entonces todo hiede y la vegetacion es traicionera y se le adhiere a uno a las ropas y a la piel como rémoras.
Y un inmenso cetáceo se contonea al fondo del océano, y aquel animalito que lleva pegado le succiona la vida a pequeñas dosis. El inmenso dentado no entiende de abismos ni siluetas, siente el cosquilleo constante y a veces mordiscos que desgarran su piel pero todo aquello le es normal por ser parte del mundo prefabricado al que ya no pertenecemos,

y rogando se van
las palabras,
con temor a no ser escuchadas
bajan en columnas de humo
al nicho, al abismo
al infierno hecho trizas.

miércoles, 6 de enero de 2010

Las luces apagándose en eclipse,
tus párpados rechinando mientras una masa de vapor rodea tu cornea
- no he querido decirte nada más que mi mirada en zozobra-
La primera lágrima de un río que baja a cuentagotas de tu mejía de arena movediza:
- si dejo de llorar me condeno a vivir en el infierno árido del lecho pedregoso.