viernes, 26 de marzo de 2010

OJOS VIOLETA

Precisamente fue esa la única noche en que exististe para mi piel. Nos caracoleábamos con la sabana y nos hacíamos remolinos rosados con nuestras lenguas, hasta tocar el paladar o el estómago. Si, preferí callar porque no sabía que decía mientras leías las grietas de mi epidermis pedregosa… ¡callate, que el silencio recorra nuestros pétalos trémulos y el tacto nos ruborice, moreno, nos ruborice! y nos zambullimos juntos hacia aquella tabla acolchada de cuatro patas que nos recibía tan pacientemente, aun y cuando sabía que habrían retumbos, rechinadas y mutilaciones. En esta clase de cosas no existen desenlaces ni soluciones pretendidas, existen sí los cuerpos comprimidos disolviéndose en el fondo lechoso de un vaso redondo, existe la efervescencia de la materia en el universo como dos cuerpos comprimidos diluyéndose, disolviéndose…el big bang nos proyecta al techo en un dos por tres, la cama no reclama sino que recibe el peso pacientemente. ¡Ay vos, ay vos! divino encontrar manantiales bajo el desierto ¡ay vos! como se ensamblan mi cuerpo y tu cuerpo en esta nuestra cadena de producción elemental. Rara cosa ponerle nombre a una almohada, dormir borracho, (mientras el suelo se va perdiendo hacia abismos grises) sufrir pesadillas húmedas y llantos helados. Acá fue donde te reencontré, yo desnudo y con pena, vos…cualquier transeúnte de ojos violeta.
[+] Imagen: Dahlia, James Jean

domingo, 21 de marzo de 2010

YO TAMBIÉN FUI A LA GUERRA

En esta parcela de tierra se han sembrado minas antipersonales (raro concepto el de antipersonal, evoca a lo inhumano del humano, haciendo tan común el que un ser emplee la inventiva para liquidar, destrozar, cercenar o desaparecer a otro ser). Se han sembrado como se siembra un tubérculo o una hortaliza, los soldados se han hecho pasar por campesinos para ejecutar la labor, pero son del tipo de campesinos entrenados, que actúan meticulosamente con todo el cuido y la esperanza de que el artefacto rinda frutos. En la guerra todo vale, el fin justifica los medios; el fin es mucho más valioso que una o un puñado de vidas.

Don Hernando ha perdido una pierna, su pene. Ya no le es útil ni a la mujer ni a la siembra. Todas las noches sueña según él, un sueño bonito en el que logra alcanzar la muerte que lo dejó plantado aquel día en los cafetales que han sido la tierra de sus amaneceres y ocasos desde hace cincuenta años. No conoce otra tierra, no quiere a otra y es por ella que se aferra aun, aunque lo niegue, aunque sueñe todos los días con su sueño final, con el último momento.

La década de los ´80 significó muchas cosas para la gente: vivencias, sensaciones, percepciones, pareceres, impresiones, traumas. Fue como si se hubiesen plasmado millones de figuras en un soporte monumental formando un mosaico cuasinfinito. Quien no está acostumbrado o es foráneo tiende a estallar con sus emociones en llanto y desmayo.

Las guerras transforman las costumbres, las mentalidades, imbrican cicatrices hondas y llagas en la piel.
Pero la historia es relativa al sujeto que la vive. Benito contaba con diecisiete, fue el segundo de cuatro hermanos, dos de ellos se enlistaron voluntariamente en el servicio militar, eso favorecía su situación en cuanto a que el sistema evitaba (hipotéticamente) mayores pérdidas en una sola familia. Además Benito simuló un cuadro asmático en esas fechas, todo con tal de no ir. El único que se percató fue el hermano menor que lo tachó de cobarde desgüevado porque él hubiese deseado tener la edad para ir a defender la patria. Benito no se inmutó hacia el reclamo, por lo contrario a medida que pasaba el tiempo se dio cuenta que aquella deserción masculina le resultaba ventajosa. Datos extraoficiales calculan que, al menos en el departamento de Managua había una proporción de 7 mujeres por cada hombre, y tomando como referencia que toda la vida la mayoría de la población se ha compuesto por jóvenes aquello era un paraíso. Siempre se sintió relegado por la atención femenina que recibía Gilberto, su hermano mayor, pero no estando él todo cambiaba: muchachas llegaban a su casa, cuchicheaban sobre él en los pasillos del colegio, era invitado a fiestas todas las semanas, le llevaban cartas, pasteles, le hacían declaraciones de amor, le narraban como aparecía en sus sueños, cosa que hacía mojarles los calzones, hasta incluso llegó a tener algo con la ex novia de su hermano que siempre fue su amor platónico, a quien le dedicó incontables masturbadas. Fue a tal punto que se dio el lujo de rechazarla por no perder oportunidad con el resto. El aún lo narra como la mejor etapa de su vida, hasta que se dio cuenta que la guerra había terminado y los muchachos regresaban a sus casas vivos o en cajones.

Doña Fernanda Tellez es reconocida como la loca de su andén, (esa es otra característica de la postguerra: la gente queda arriba)hace ya varios años que no viste de luto en cuerpo pero el alma la lleva a cuestas con el peso de la muerte de su hijo, quien después de cumplido un año como reserva pidió un pase a su superior para bajar de la montaña a la ciudad. La estrategia era otra: la deserción. Al llegar a Managua, luego de la emoción del reencuentro contó el plan, nadie rehusó porque era su decisión excepto doña Fernanda, quien lo obligó a volver casi a rastras: no podés hacerle eso a la Revolución, estás traicionando a tu patria, no podés. El muchacho se fue, con terrible temor y a desgana pero se fue siguiendo el consejo materno. La Revolución le quitó la vida, más bien fue una emboscada. Doña Fernanda dice hablar todos los días con él, por la mañana sale al porche con su madeja, se le van las horas tejiendo mecánicamente mientras enfoca sus ojos en la calle, en el portón. Luego lo llama con palmadas para decirle que el almuerzo está listo, que le va a gustar, que no sea terco. Calla y llora largo rato, duerme y al día siguiente repite el ritual.

Eliseo se prepara un café, escucha que llaman a la puerta, sonríe, le gusta que le lleguen a dejar a los nietos por la tarde, le gusta ver sus ojitos pelados y atónitos y los imagina como, mientras el cuenta acontecimientos veraces del pasado, los niños van ideando un mundo ficticio, imaginándolo todo en sus cabecitas de esponja. Mezcla la inconsciencia que se vivía en el pasado con la que se vive ahora y se pregunta ¿cuál será más pesada? ¿qué elementos volverán más estúpida a la gente? si los existentes hace cuatro décadas o estos. Evacúa una serie de respuestas para sí mismo y vuelve a hacer lo que más le gusta: contar historias.

Ya nada más queda que una piedra fría al frente
ya la locomotora del tiempo se ha llevado los pasos y los llantos
el grabado se distorsiona, se pierde con la erosión inevitable
es mejor así, no recordar lo que no vale recordar
vivir con lo sufrido es un retroceso.
[+] Imagen: James Jean

jueves, 18 de marzo de 2010

PERRO DE CAZA

Su quijada temblaba repetidamente, se contraía hacia la izquierda y se doblaba hacia afuera en dirección inversa. Por su frente brillaban las gotas que caían con pesadez hacia el follaje negro del cachete barbudo. Ya no podía sentir más ese dolor, el sabor a incertidumbre que inundaba su garganta como zumo de lima que reseca y desertifica las paredes traqueales; el tic ocular y las palmas sudorosas en las manos. Masticaba concienzuda y lentamente, tal y como lo recetó su colega nutricionista, deglutía tratando de no respirar, tratando de no fijar los ojos en el bistec recalentado en el horno microondas, freído en aceite vegetal certificado por normativas internacionales de higiene, cuidadosamente servido por la doméstica en un plato rectangular. El teléfono sonaba, hacía pausa y volvía a sonar, la orden era no contestar bajo ningún motivo.


Un 14 de julio de 1789 acaeció la toma de la Bastilla, acto que en sí (lejano a su enorme implicancia simbólica) no hizo más que liberar a siete prisioneros que se encontraban en la fortaleza. 220 años después don Guillermo Álvarez Icaza presta juramento para ocupar el cargo de asesor de la Corte Suprema de Justicia. Se lleva el pañuelo a la nuca, desprendiéndose al aire un suave olor a colonia que le había impregnado su mujer luego de haberle tejido sus iniciales en el borde, firma papeles, posa con una sonrisa que le cubre la mitad de la cara, saluda calurosamente estrechando su mano derecha mientras mantiene su mano izquierda a sus espaldas, escondida.

En su despacho ya se han instalado dos líneas telefónicas, un aislante de sonido y una serie de pequeños aparatos que parecen interruptores o cabezas de hormiga gorda. Su asiento es amplio, con compartimentos para la ceniza y las bebidas en sus brazos. Adjunto hay un cuartito rectangular con un lavamanos, un inodoro, sin ducha. Al entrar cierra la puerta tras de sí, camina a zancadas, como reconociendo el espacio para futuras expediciones en ceguera, cinco pasos…pared…tres pasos…el teléfono del escritorio suena, la voz le dice que en la segunda gaveta a la izquierda están los papeles, que faxee a tal número, que luego use el triturador y queme las tiras con cautela de no dejar evidencia. Sonríe, se toca su cara engrasada y saca el pañuelo de nuevo. A las 2 de la tarde mira su reloj de pulsera, guarda una carpeta en su maletín, cierra con llave, se despide de su secretaria con un guiño y baja la escalinata del complejo mientras un chofer vestido de impecable guayabera blanca le espera con la puerta trasera de su Toyota Land Cruiser, full accesorios y ocho cilindros, abierta. La camioneta es asignada, así como el chofer, la secretaria, la oficina, el puesto, el pañuelo perfumado por su mujer, su propio mujer…a una cuadra de su casa se percata y siente nauseas de sí mismo, le pide al chofer que frene y se desviste a sus espaldas, se va corriendo desnudo a su casa como un bebé. Eso solamente pasa en sus sueños, antes de percatarse que falta una hora para volver a su vida asignada. Su sueño de desnudez se repite noche tras noche, y en este se va encontrando cada vez mas lejos de su casa, hasta que en una de esas logra cerrar con llave la puerta del despacho y desnudarse frente a su secretaria para luego correr hasta su casa.

Cumple su función a cabalidad durante un mes: atender teléfonos, ser “ojos” y “oídos” de algún ente misterioso, clasificar papeles, desaparecerlos, extorsionar a funcionarios, eyacular sobre los senos de la secretaria, ser buen padre, hijo, personaje probo, honesto y transparente ante la sociedad y llevar siempre la mano izquierda escondida. Alguien le dijo una vez que esa otra mano que no se ve no denota confianza, dos días después ese alguien murió en un dudoso accidente en la carretera.

De niño Memo no sabía mentir, se le ponían las orejas coloradas y le empezaba el tic del ojo, sino le daba comezón en los brazos y terminaba vomitándolo todo. El quería ser veterinario pero su papa ya le tenía predestinada la carrera de abogacía desde un inicio. La comunicación más cercana que existía entre él y otra persona era mediante perros, los consideraba almas sinceras y nobles que pedían una minucia con respecto a lo que daban. Les creó el hábito de alimentarlos por la tarde, cuando las señoras salían a los portones con sus mecedoras. Los bañaba y les quitaba las garrapatas los domingos (la cosa que más disfrutaba de eso era explotar grupos de garrapatas con la bota). Los llegó a querer tanto que se ganó el apodo del “men-can”, las familias llegaban a dejar a sus animales donde Memo para bañarlos, hacerles cortes de pelo, curarles heridas, inyectarlos contra la rabia y hasta para hacerles masajes. Así se ganó un oficio y cierto respeto en quienes antes le veían como un bobalicón. El contacto con los animales lo hizo más taciturno y silencioso, sensible a los sonidos y las vibraciones corporales, ágil. A través del ojo del can se veía a sí mismo como otro can de la jauría, se dio cuenta de sus dotes y peculiaridades, de como podía pasar desapercibido, de como analizar a fondo con una simple ojeada. A sus dieciocho su contextura había pasado de regordeta y floja a delgada y con rasgos puntiagudos. Era todo un perro de caza.

En su escritorio hay un sobre sellado, en su interior una hoja aparentemente en blanco, con letras en filigrana inteligibles a simple vista. Golpean a la puerta con fuerza, el teléfono empieza a sonar de pronto. Levanta en la otra línea, del otro lado la misma voz de hace un mes, la misma voz que delega, que es como un eco de múltiples voces extraviadas en un laberinto oscuro y húmedo: ya se sabe, no estás seguro. Huye por la pared que simula ser el respaldo de una ducha que no es más que un tubo ornamental. Suda copiosamente pero esta vez el pañuelo perfumado no surte efecto, el pasadizo es largo y estrecho, las paredes están pintadas en un blanco hueso que es color para moribundos y desquiciados. Sale a la calle, un par de guardas simulan no verlo y el agacha la mirada, extiende una mano para detener a un taxi, da la dirección por inercia y sube. Un magistrado no carga efectivo, mucho menos un asesor que a su vez es un espía encubierto del departamento de Seguridad del Estado. Entrega su celular, a gozo del conductor. Tira puertas, prepotea, y ante las preguntas desesperadas de su mujer solo responde: mujer, se cagaron en mí, se cagaron en mí, alistá tus cosas. Aquella tarde lluviosa de julio había prometido ser fiel a esa voz oscura y misteriosa, muchos habían perdido sus puestos, quedado en la calle, apresados, desaparecidos, muertos…una gran cola que pisar.

La punta de la Colt 45 le rasca el cielo de la boca, cierra los ojos y se ve a sí mismo desnudo revolcándose en el pasto, llorando de felicidad.

domingo, 14 de marzo de 2010

PEQUEÑA SERIE DE ACTOS

Te hacés a un lado, me evitás con tu lomo reptil, con el gesto de recogerte el pelo para lanzarlo hacia mí en señal de reclamo, de desafío. Yo hago el papel de quien no se inmuta, o al menos lo intento por un momento contemplando el cielo raso que contemplo desde hace 23 años, con sus relieves de madera soplada por la humedad, con sus telarañas en los bordes y los hoyos de chinches que fueron puestos por alguien que quería alejar malos sueños con fotografías panorámicas. Te aferrás a la almohada tal si fuese tu nuevo amante, tu salvación; veo de reojo, el celo pone a prueba a la muralla del orgullo con sus atalayas de hormigón, aun no cedo. Hay un dique que contiene a mi cuerpo para evitar desbordarse sobre el tuyo. Cosa tonta, sabiendo que no se requiere más que un abrazo o un beso tibio en la nuca para romper la distancia. Murmurás contra la pared, como niña regañada, desprotegida, al alcance y a la vez tan lejana, te cobijás hasta los pies para castigar mi mirada que te husmea hasta el más ínfimo detalle, suspirás un poco, bostezás, das media vuelta como quien quiere y no quiere a la vez y volvés a tu posición original. Me retraigo un poco por tu movimiento caprichoso, no pretendo molestar ni darte la razón. Tus orejas se enrojecen, me quiero levantar y correr pero algo, (un telón asido a un marco, una cuerda unida a su eje) me lo impide. Ya no sos vos sino tu silueta dibujada por la sábana, una momia viva a mi lado o una efigie desapareciendo en el espacio diminuto y carcomido de mi cuarto. Te veo, localizo tus ojos tras la tela y siento tu mirada viperina e hipnótica que me hace retroceder, llegar al filo de la cama y caer a un abismo solitario.
[+] Imagen: James Jean

sábado, 13 de marzo de 2010

02:05 am

Las afecciones respiratorias son comunes en mí, me invaden en proporción de tres a cinco veces por año, y tomando en cuenta que su efecto se prolonga de dos semanas a dos meses por vez me la paso una buena parte del año envuelto en capas de flema, repartiendo muestras de virus por las calles y dejando piezas del tabique y de la tráquea en los lavabos. Esta semana he sido embestido de nuevo, el indicio fue un ardor en la garganta, un chichicaste arrastrándose lento en pausas reversas y pausas por el conducto, luego la fiebre acompañada del temblor, el delirio nocturno (botes de papel, la voz de mi madre proviniendo de una osa que me traga de un tapazo mientras miles de personas caen en la trampa de las voces maternas que emanan de una osa que los devora) y el estrés post noche-eterna pesadilla. En cuestión de un par de días mi salud se convirtió en una utopía sideral, las bolsas oculares se fueron ennegreciendo y arrugando como pasas colgantes e insípidas, arrastraba la voz como un yunque. Decisión tardía por cuestiones sintomáticas: a veces es recomendable dejar que el mal se desarrolle y se expulse a sí mismo. No fue el caso, el boticario me recetó una docena de comprimidos por tres días para que me hicieran efecto quizá en diez. Cuatro al día, una cada seis horas y va de viaje. Confiado uno, lo cierto es que en esta clase de espacios se tiene apertura para decir lo que piensa y cree, y el medicamento prescrito no fue más que la continuación de la pesadilla del día anterior: Actimicina Bronquial, fabricada por laboratorios Rarpe. Síntomas: somnolencia nefasta, mareos y desvanecimientos, visión borrosa, resequedad en la boca. ¿Y los síntomas de la gripe? Hmm dejame ver, me suena más a demanda contra la farmacéutica, pero que puede uno hacer si se pueden alegar mil cosas; al tragarme las tablecaps jamás pensé que iba a recibir todos los efectos secundarios de un golpe y a la vez. ¿Moraleja?: dos de la mañana del trece de marzo, estoy sentado frente al ordenador, tecleando nerviosamente mientras veo pasar sombras más allá del porche, me acompaña una copa medio llena medio vacía de vino tinto y el trauma tosigoso que me agobia.

domingo, 7 de marzo de 2010

INTERMITENCIA



Yo protesto contra el sistema no por ser asistemático ni alguna clase de ermitaño cavernario o animal auto proscrito sino por estar enlodado hasta el huevo con el sistema. Pero ¿qué es el sistema?


La Intermitencia

de un animal
que vuela y planea contra el cielo rojizo

de una ciudad
hastiada por la incongruencia de lo cotidiano

del ser y no ser mientras se está sin saber que se está

sentado con una sola nalga

o atado a una soga o a una operación matemática-quirúrgica
de ropas blancas, sala aséptica y gasas.

La luz desaparece ante los ojos y los ojos reaparecen a la luz

mientras hay movimientos impresos en claroscuro

mientras los challules van cubriendo la cavidad húmeda

y el universo se convierte en sombra y espanto

y terrible soledad y hermoso vacío

y lapsos de freno, rewind y fast forward

rewind y fast forward

recording the death in living things
y el stop perpetuo.


[+ Imagen: luzinterrupuptus]

viernes, 5 de marzo de 2010

PAREDÓN

!Mirá como la tripeo formando signos en las paredes con mi meada! ¿si o no? Imaginate la escena, llueve despacio, una brisa tibia y salada va cayendo en los contornos de las caras descascaradas de esta pared legendaria. Mi papa me cuenta que en los ´70 fue un paredón de fusilamiento, ve ahí todavía hay uno que otro hoyo cerca del techo, dice mi papa que los venían siguiendo en el Becat, 6 indios enanos y arrechos de verde olivo montados en la bestia descapotada. Dice que a la cuadra se escuchaban los ladridos de esos perros caníbales y ahí pues todo mundo en guinda a sus casas, al piso que era lo más seguro porque más arriba las balas rebotaban, daban cien mil vueltas hasta tocar el piso…Arnulfo tenía 14 cuando se lo echaron, el era correo. Lo venían siguiendo, desde hacía rato le andaban hambre, dicen que le metieron tantas balas que lo tuvieron que recoger a pedazos porque el cuerpo le había quedado todo pasconeado.


¡Vení vení, ahora vamos a formar eles con el chorro…no seas cochón hombre si mear es de lo mas natural! ¿vos sabés que Arnulfo y otro chavalo más hicieron un bunker para su mama y su hermano menor? tenía forma de ele casualmente, bueno por lo que entiendo era usual que los chavalos cavaran bunkeres en los patios para proteger a la familia de las bombas que tiraban las pipilachas. Imaginate vos unos chigüines como nosotros, que lo suyo era jugar pelota, cazar lagartijas, andar engavillados corriendo todo el día pero les tocó feo si. Dicen que esa noche agarraron a otros cinco y se los vinieron a echar aquí nomás, entre ellos había una muchacha que la pasaron tocando buen rato hasta que ella le escupió la cara a uno y le vaciaron la cabeza. Hubo una vela con máscaras después, solo se veían las caras pálidas de la gente del vecindario en aquella noche llorona. Ahora hay una piedra pintada y una placa con sus nombres a la entrada del callejón … ¡perate hombre, apunta a otro lado que me estás meando el zapato!

miércoles, 3 de marzo de 2010

ALTERACIÓN DEL ORDEN PÚBLICO

Piedras alimentándose de la suela de tus zapatos, las sentís que crujen como tripas minerales y van penetrándose en la cubierta esponjosa que calzás. La calle está vacía, recordás los pasos de transeúntes absortos en su propio extravío, pacientes que escapan del hospital cargando un tubo con el suero intravenoso, muchachas grises que llevan tatuados en la espalda peces que brillan, viejos decrépitos con sus bitácoras de viaje talladas en el bastón de madera fina. La calle está vacía, solo tus pasos huecos y el sonido del agua que corre por la acera y baja en cascada por los caños que son prisiones subterráneas.


Una corriente de aire te desnuda, sube impúdicamente tu falda de algodón descubriendo tu pubis rosado. Te acomodás la tela de inmediato, ves a todos lados, te ruborizás, no hay nadie, nada más el sonido de tus pasos pedregosos y el flujo de agua que corre por el borde de la acera. Recordás aleatoriamente algún momento, voces trasnochadas y sonidos de cascabeles arrastrándose en el piso, tu piel seca a desgana mientras en la fuente brota un manantial, pero no se debe no se debe.

Te sentás en una banca polvosa, tu vagina a la intemperie, un par de dedos que se vuelven insectos juguetones mientras tus ojos escrutan propagandas: “ ¿VOTARÍAS POR ESTE LADRÓN? MOVISTAR, RADIO FUTURA, CLARO que sí, LISTA DE DIPUTADOS SINVERGUENZAS, MC DONALDS, COCA COLA y la mano que besa tu cuello con sus yemas húmedas por el fluido de tu entrepierna, que baja lentamente a dibujar la silueta redonda de tus pechos…no no no se debe no aquí, no así. Te ves desnuda, la ropa vistiendo el interior de un basurero de aluminio que se derrite del calor, tus nalgas llenas del polvo de la banca, el dedo insecto que no para frotando tu clítoris mientras perdés la vista en el cielo rosado y el sol copula eclipses con la luna. Cerrás los ojos, llegás a ese punto en el que todo confluye, exhalás profundamente, algo frío coge bruscamente tu muñeca y la atrapa al tiempo que se oye una voz masculina y rígida: ¡joven, usted está arrestada!