domingo, 29 de marzo de 2009

LUJURIA LLUVIOSA




Llovía copiosamente, las gotas caían y se impulsaban como resortes mágicos, encontrándose unas con otras de ida y vuelta, de abajo hacia arriba; explotaban en el cemento formando una fiesta brillante. Ella rozaba con sus labios pálidos la oreja colorada de él, llevaba un vestido de fino bordaje, irreconocible ya por lo mojado y arrugado que quedó; mostraba sus piernas desnudas al ojo de cualquier curioso, de todas maneras poco importaba.

Él, sujetaba fuertemente el cuerpo de ella con sus manos temblorosas, se movía hacia delante y hacia atrás, emitiendo leves sollozos que se confundían en el suspiro constante de la noche. Procuraba provocar el menor ruido posible, de su parte que se oyera solamente el viento rompiendo contra los troncos de los árboles, la fricción de los cuerpos y sus propios sollozos, pero a ella de todas maneras poco le importaba. Ella gemía y gemía, gritaba los nombres de todos los santos y diablos existentes, pellizcaba, mordía, arañaba, se halaba el pelo pensando en cómo disfrutaba cada momento de amor nocturno en las calles. A media cuadra, en la esquina, un perro solitario salió de su resguardo sin temor a coger un resfrío para aullar sin parar, cantándole al amor lluvioso y a su propia soledad. Había tragado en ese día no más que unas cuantas cáscaras y un pedazo de cajeta envuelta en tierra pero no dudó en gastar todas sus energías en ese himno ronco que prolongó durante más de media hora. Mientras, a unos cuantos pasos de distancia un guarda desde su caseta de latón observaba con ojos brillosos el espectáculo que se fraguaba ante él, tocaba su miembro desnudo babeando del deseo de ser ese muchacho, ¡que jodidos bandidos, ni la lluvia los para! Hacía más de seis meses que no tocaba piel más que de su propio pellejo, dejó a su mujer de pechos morenos por buscar una mejor vida en una ciudad que le tiene miedo al silencio, por eso lo que más hay son guardas privados, les proveen de casetas de latón y un par de pailas para que se la pasen haciendo ruido toda la noche. Pero esta noche no, en esta noche lluviosa no hay bulla, solo agua, viento y amor por los rincones…

Los muchachos seguían en su faena, el hacía todo lo posible por hacer el menor ruido, ella todo lo contrario, le decía con voz lujuriosa que lo quería escuchar pegando alaridos tan fuertes que rompieran el viento incesante mientras apretaba fuertemente con sus manos las junturas de sus nalgas. Al otro lado de la calle una viejita mirona se asomaba por la ventana, marcaba y marcaba números apresuradamente con sus dedos artríticos, policía, bomberos, vecinos; relataba con toda la indignación del mundo aquello que estaba presenciando, al otro lado del auricular se escuchaba una carcajada y de inmediato colgaban ¡la moral y el pudor se han perdido! La viejita jamás despegó el ojo del espectáculo…

El amor no encuentra asilo fácilmente, es escurridizo, no le gusta el ruido ni el reflejo, teme a las miradas y se anda escabullendo por todos lados, prefiere los rinconcitos mojados, oscuros y silenciosos. Pero cuando el amor, ese ente maravilloso e intangible aparece, brilla con la intensidad de mil soles, suena como un millón de coros al unísono, se alberga en las almas para siempre.

ANESTESIA




Sentía que no caía, veía como se movían mis pies buscando el suelo y el suelo tibio no llegaba. Alzaba las manos, las bajaba y las hacia chocar, lo único perceptible era el sonido de mi propio aplauso perdiéndose en el aire. Saqué de mi bolsa un clip que llevaba, que antes había sujetado papeles de los que no recordaba su contenido; lo enderecé, me lo llevé al dedo índice y me pinché repetidas veces buscando dolor; probé con la cara, con la panza, con el cuello y la espalda. Seguía cayendo, veía ventanas, cemento, cables pendiendo y sobre estos parejas de palomas haciendo el amor, sintiendo amor; yo por mi parte no podía siquiera sentir el dolor. Intenté nadar en el aire, desesperadamente empecé a dar brazadas buscando el margen de cemento más cercano…nunca llegué. Cerré la boca y tapé la nariz, contuve la respiración por tanto tiempo que de haber sido medido hubiese batido record; esperaba la sensación de ahogo, que por la presión los oídos explotaran y los ojos salieran de sus órbitas, que por la caída se rompieran los huesos, nada de esto llegó. Terrible sentimiento el no poder sentir, el ir cayendo sin terminar de caer. Los pensamientos no funcionaban, salían defectuosos, atrofiados, se quedaban atrapados en la maraña del miedo y el desconcierto; del cuerpo no tenía control más que aparente, mi cuerpo en ese momento se separó de la mente, podía decidir qué mover y qué no pero no podía decidir qué es lo que quería hacer con él, mi cuerpo era una ilusión aparentemente real, y esa es de todas la más horrenda ilusión. Me sentía flotante como en una piscina incolora sin principio ni fin, sin cielo ni suelo. Al suelo podía verlo, a veces más cerca, a veces más lejos. Se me nubló la vista. Desperté en mi cama abruptamente, abrí y cerré los ojos como quien no cree lo que ve, me llevé la mano al cuello, ahí estaba el tacto, escruté cada espacio reconociendo detalles, casi orino de risa. Salí de la cama y una fuerza sobrecogedora me empujó hacia el vacío de nuevo.

CORPÓREO




He caído de bruces en tus labios pálidos
Que contienen tu esencia en su carne
Que tienen de alpino y del trópico
Que se mojan, palpitan y tiemblan.

He llegado a albergarme en tu vientre
Sinuoso-moldeado-perfecto
Tallado por un séquito de querubines
Que al admirar su creación
Lloraron un millón de diamantes.

He habitado en las plantas de tus pies
Que al dejar su huella
Fertilizan la tierra
Y enternecen las almas.

He posado, tan sólo
En tu cuello-tallo de vida
Y ha bastado para alzar vuelo
Como un gorrión encantado
Sobrevolando tu mágico ser.

GOTA




Esta noche voy a volar
Voy a hacer un viaje astral
Voy a dar lo mejor de mí para llegar a vos
Y orbitar tu aura violeta, densa y mágica
A navegar tus aguas plateadas
De fondos pedregosos
Que esconden mil tesoros.
Quiero ser- voy a ser
La gota lisa que analiza tu cuerpo
La que apenas roza y acaricia
La que concentra tu néctar
En un coágulo-cristal de vida
Que no choca, sólo sigue persistente
Entre los surcos de tus vellos
Descendiendo, abriéndose camino
Cosquilleándote…
(vos mientras tanto
Te halás el pelo suavemente
Te mordés los labios
Enterrás las uñas en la piel)
…cosquilleándote y reís
Deseando tanto a la gotita
Que penetra en tus adentros.

LA MUERTE INVADE LOS CUERPOS DE CUANDO EN CUANDO




Daniel sale de casa como de costumbre a las siete y media de la mañana, lleva veinticinco años en el bulto y en su faz un semblante enfermo y acongojado. Camina por los mismos callejones de ida y vuelta, apreciando como revientan las flores de las copas de los árboles, como los perros madrugadores se rascan las pulgas luego de su faena interminable y como los celadores aprovechan la salida del sol para cerrar un poco los ojos, haciendo equilibrio sentados en sillas plásticas en dos patas recostadas a la pared. Se detiene por un momento, mareado, se lleva la mano al pecho, cierra los ojos, respira profundamente y prosigue su camino.
Llega a la parada de bus en la que espera un mar de gente, niños que van a la escuela con la panza vacía, una muchacha alta y coqueta de pelo teñido en castaño y la ropa ajustada, un par de malandrines haciendo cuentas de sus ganancias de casas ajenas, otro par pestilente a humo de cigarro, que con ojos llorosos se arrepienten profundamente de haber despilfarrado todo el salario y no bastando, pusieron en garantía sus vidas en el casino…llega la ruta esperada frenando estrepitosamente una cuadra después de la parada, la gente corre con premura, al cuerpo extenuado de Daniel se le dificulta seguirla.
Aborda el bus- una mezcla nauseabunda de olores y hedores invade los olfatos- la máquina arranca implacablemente y uno que otro usuario tropieza, cae, se levanta y no le queda más que reírse. El destino de Daniel no es cercano, al cabo de quince minutos el bus se vacía un poco y hay chance de asiento. A él no le gustan los bordes, la gente pasa, se apoya y golpea, además estando al lado de la ventana es más excusable para él ser descortés y no ceder el lugar.
Hace meses que viene sufriendo de lo mismo, una sensación extraña le oprime el pecho y lo deja sin respiro por instantes. No hay dolor, sólo la impotencia de agarrar aire; siempre luego de ese lapso respira profundamente queriendo atrapar el viento a veces con bocanadas. Observa desde la ventana como poco a poco el calor matutino se va tomando las calles y los rostros de las personas se ponen brillosos. Llega el ataque, siente como el pecho se le dobla tal si fuera un vaso descartable que es presionado hacia adentro, no lleva vecino en el asiento, se agarra fuertemente de las barras buscando en su interior alguna burbujita de aire que lo pueda salvar, abre y cierra la boca como un pez con la plena conciencia que en cualquier momento pasa a pescado, en el bus no hay ni pizca de oxígeno, todo fue absorbido por la masa de gente. Se debilita rápidamente, la piel se le enfría y empalidece, en su desvarío todo se mueve, en las paredes del bus pegadas calcomanías de un “Dios guía mi camino”, “A los pendejos ni Dios los quiere”…son claras señales para Daniel. A las ocho y cinco minutos fallece.

El bus llega a su terminal, pero es que las cosas acá no funcionan de la forma en que se espera; nadie limpia los buses ni saca a la gente, que por dormida, borracha, drogada o muerta no baja antes. Conductor y cobrador hacen su contabilidad, acuden al primer chinamo, compran litros de cerveza que beben a pico de botella y los depositan vacíos en cajillas asignadas para llevar la cuenta. Se suben la camisa, descubriendo su inmensa panza que rascan con toda paciencia, una nube de moscas sobrevuela el lugar, echan piropos grotescos a las mujeres que pasan mientras se agarran el pantalón por sobre sus miembros sudados y hediondos.
Al cabo de un rato el bus sigue su marcha, se repite el transcurso durante unas seis a ocho veces, centenares entran y salen, olores y hedores, pláticas, chismes, pleitos, llantos, risas, súplicas y la muerte ha tomado posesión de un tipo al que nadie pone atención. Seguramente Daniel no pensaba morir de esa forma, probablemente al llegar a casa de noche imaginaba un sepelio digno en una caja de madera fina y muchos arreglos florales. Talvez pensaba en que le gustaría que tomasen fotos de gente feliz brindando en tertulia en el día de su muerte. Una señora que cargaba a un sietemesino se sienta a la par, el niño llora y llora teniendo plena conciencia de que estaba ante la presencia de un difunto…
Cinco y cinco de la tarde, el sol se esconde poco a poco, el calor mengua, la lata del bus cruje y se retuerce de tanto andar y andar. El cobrador del bus apunta con su bolsa de agua de un peso a la faz de Daniel, éste abre los ojos, se lleva la mano a la cara y escucha la voz de aquel sujeto gracioso y regordete diciéndole que ya es hora de bajarse. Respira profundo, lanza al aire una inmensa carcajada y estira las piernas para bajar del bus. Daniel muere y revive todos los días en los buses en horas laborales, nadie se percata y quienes lo hacen prefieren callar por miedo a que los siga la muerte.

NOCTURNO




De noche es cuando los sentimientos afloran
Las estrellas hacen su danza-ritual luminosa
Que marea y embelese a los mortales
Y la luna curiosa
Radiografía a los objetos
Que se atreven a volar bajo su velo
Fotografiando cada momento en que su manto
Se adueña del universo.

Por las paredes se cuela el viento fino
Que silba en los oídos
Que desgasta y derrota al calor de todo el día
Y lo humilla por ser el advenedizo del sol.

El rocío lava los tejados
Las casas eructan crujiendo
La materia se dilata
Las hormigas levantan sus colonias
-estructuras inmensamente chiquitas-
Mientras un millar de centinelas
Vigila los cimientos.

De noche se revela un mundo diferente
Vívido, abstracto y misterioso
Las cosas tienen sombra
Hacen ruido, cobran vida.

De noche es tragedia, sueño y pesadilla
Es un momento de embriaguez y fantasía
Es más que el tiempo y el espacio
Es un ente omnipresente
Un ser desconocido todavía.

!QUE EL SOL ME LLEVE!

En febrero los cobardes corren del sol
Se untan bloqueador, se dan diez duchas
Se echan en cojines para no transpirar
Y al llegar el invierno se vuelven obesos.
Un viejito valiente llamó mi atención
Sentado sobre una grada
Protegido con sólo una boina decolorada
Y un saco color tierra
Sacaba sonido a una guitarra desvencijada
Tan blanda como los relojes de Dalí
Cantaba y tarareaba
Llevando el ritmo con sus zapatitos de bailar bolero
Movía la cabeza de un lado a otro.
Le saqué una foto y una moneda
Él hizo una pausa y contestó:
¡No mijo, por amor es que yo lo hago!
Retiré la moneda y me contó
De cómo le cantaba a su mujer que se le había muerto
Todo el día hasta que el galillo se le retorcía
Y que una vez el sol le dijo
Que si llegar a ella era lo que quería
Que en algún momento a él también fijo se lo llevaría.

TACITURNO

03 de marzo de 1990. Hoy cumplí 18 años de vida y 6 de soledad, le puse el tapón al lavabo, abrí la llave y me ahogué por un rato hasta que salí con ojos de pescado y los labios tiritando. Noté mi cara un poco más huesuda y el cuerpo más flácido. Insólitamente no tengo familia desde hace 6 años, huyeron cobardemente por la guerra y el bloqueo, yo me escondí en el baño del aeropuerto, no me quería perder el sabor de la revolución, y ellos cargaban tanto miedo que no flaquearon en dejarme ahí. No los culpo, al menos todos los años me mandan postales de grandes edificios y jardines bien cuidados. Pero ya no estoy solo, hace unos días que vienen a verme de vez en cuando, se meten en las gavetas y husmean todo, usan el inodoro y la ducha. El primer día me exalté mucho, no entendía la situación y me llené de pánico al oír los ruidos, pero fue transitorio, ahora lo tomo con calma y agradezco la compañía. Vienen casi siempre a horas de insomnio, cuando se acercan se siente un viento frío y un leve olor a incienso. Todavía no he podido descubrir por donde entran, dejo tarros, botellas y toda clase de trampas en las puertas y siempre las esquivan, no les gustan las luces ni la electricidad, se sienten más cómodos en la oscuridad. Sucedió algo raro ayer, escuché un ruido y corrí a agarrar la cámara, tomé la foto, de repente fui lanzado abruptamente al suelo, fue ahí donde supe su aversión a la luz. Al revelarla pasó algo aun más raro, en la foto no había absolutamente nada aparte de una gran mancha gris. Durante el día juego a vivir entre la sociedad, pero no es lo mío, no me gusta el olor a gente, me repugnan los gestos, los saludos, evito el tacto, camino muy rápido deseando no ser rozado siquiera y al llegar a casa suelto un gran suspiro de alivio. Ya ha pasado más de un mes, la postal de costumbre raramente no ha llegado y los intrusos siguen visitándome cada vez con más frecuencia. Hace unos días que no entro al que fue el cuarto de mis papás, el seguro está puesto y no encuentro la llave, a ratos se escuchan susurros y sollozos, guerras de objetos y carcajadas. Ahora ya los conozco mejor y quisiera ser como ellos, poder atravesar puertas y paredes, no pedir permiso al pasar ni preocuparme por el desayuno ni la ropa, sólo fluir como el aire de un lado al otro, desentenderme del mundo externo y de mi propia sombra. Los retratos han desaparecido misteriosamente, se llevan las imágenes y sólo encuentro los vidrios quebrados. Uso candelas para alumbrarme por la noche, así no causo molestia a los intrusos; cambié las cortinas, las puse de color oscuro para evitar la claridad del sol. Hoy recibí un sobre, adentro la foto de la mancha gris y al reverso una nota: “Quien enviaba las postales ya no está más entre nosotros, mis condolencias”. Amarré una soga en una viga, subí a una silla, me até la soga al cuello, pateé la silla, quedó el cuerpo amarrado y pendiendo, salí corriendo para traspasar la pared, caí al suelo con un dolor intenso en la cabeza y con la fija convicción que de una forma u otra, esté donde esté siempre voy a estar realmente solo.

DOS ALMAS EN UNA




Sumido en mis pensamientos
Sin que nada me distrajera
Nada había sido objeto de distracción en ese día
Los cuerpos pasaban y pasaban
Casi mecánicamente
Los escrutaba a simple vista
Y sólo veía figuras grises, carentes de alma.

De pronto un revoloteo
Un cantar melódico
Un vaivén incauto
Atrajo mi atención.
Se posó en mi mesa
Me cantó, me aleteó, me voló
Y me hizo redescubrir la belleza
Lejos de las figuras falciformes de alrededor.

Se posó en una rama
Inquieta, sabía que la observaba
Mostró su buche, me coqueteaba
Me invitaba a ser parte de ella
Y atolondrado, caí en su juego
Me convertí en alado
Subí a las copas de los árboles
Libre al fin!

Estábamos enamorados, era el ave de mis sueños
Volábamos siempre juntos hasta que…
Pum! Resonó de pronto
Bajé la vista y vi como caía un corazón
Y a la vez como estallaba el mío.
Disparo certero! Tanto así que mató dos almas en una
Volví a la tierra, otro cuerpo más sentado en una mesa
Y por mi mejía, una lágrima como flecha su surco recorría.

GUERRERO DE UNA CAUSA




Poco a poco mis pies se van enterrando en fango
Mis botas…demasiado pesadas, el agua se va infiltrando en ellas
Escucho silbidos, de pronto un estruendo me suspende hacia el margen
Los oídos me sangran
Involuciono…ya no soy bípedo, ahora me arrastro
Ya no hay aves, no hay cantares, ya no hay bestias
Solo la maleza retraída y las lombrices que aguardan el festín.
Sin municiones ni esperanzas tiro el rifle
Allá se fueron el coraje y el valor
Diviso algo, todavía no me falla la vista
Me precipito y lanzo el explosivo.
Delaté mi posición!
Y de inmediato como si estuviesen esperando mi señal
Una lluvia infinita de proyectiles
Penetran aire y vegetación
Salpican el suelo, el barro, los charcos
Culminan en mi cuerpo
Sudo, tiemblo, me tambaleo hasta que exploto
Ahí se fue la juventud
Ahí se quedaron las armas, inservibles
Ahí están los ideales porque no me los puedo llevar
Y aquí yace el cuerpo de un joven combatiente
Un guerrero de una causa.

sábado, 28 de marzo de 2009

DE LO EFIMERO Y LO ETERNO


El cuervo picoteando la piel
La hembra pariendo un engendro
La jungla, el desierto
Lo efímero…lo eterno.

Gaviota alimentándose de migas
Dejadas por los transeúntes
Benevolencia
Niño alimentándose de migas
Hambruna, miseria
Y un mundo infinitamente perdido
Tan efímero…tan eterno.

El eclipse opacando al sol
El consumo opacando las mentes
Corazón, bisturíes, trasplantes
Las almas
Efímeras…eternas.

Las armas, las flores
Las risas, los llantos
Las luchas raciales
Las bombas nucleares
Efímeras…eternas.

El claroscuro
Úteros y guillotinas
Vida y muerte
El artista y su arte
De lo efímero y eterno.

LA DAMA Y EL VIENTO




La vi, envuelta en terciopelo
Paseándose, dejándome su rastro
Una vagabunda
Irradiando belleza.
Mi mirada la tocaba
Tocaba su esplendor
Su boca, sus senos, sus muslos.
Su cabello ondulante
Se movía, la movía
Cual única hoja adherida a su tallo.
Aspiraba su fragancia
Acariciaba sus mejías escarchadas
Penetraba sus ropas
Todo era penetrante.
Anidaba en su piel
Retozaba en sus curvas
Besaba sus pies desnudos
Todo tan táctil.
Se fue con otro
Cambió de rumbo
Así es ella.
Me dejó una imagen
Ya no me duele
Tan sólo recuerdo
Que no fui concebido para ver
Tan sólo para soplar.