sábado, 18 de abril de 2009

FLAMA




La llama de la vela se mece embriagada
Por el viento que le transporta olor a muerte y rosas
En el lecho acumulándose la espelma que cae
Rezagada, extenuada de luchar con la penumbra.

¿Qué fuera del viento sin olor
De la llama sin color
Del color sin ojos que lo vean
Y de los ojos sin vida que los hicieran funcionar?

El aura azulada de la vela permanece estática
Estoica y decidida a perdurar
Aun después de muerta.

El vapor se va danzando en procesión
Se condensa en nimbostrato
Y revienta, en lluvia invisible
Que vuelve al suelo cristalino.

La magia del fuego
Hecho de sueño y vida
Convertido en realidad, en poesía
En calor abrasante
En arte natural.

viernes, 17 de abril de 2009




NARRACIÓN A CUATRO VOCES DE UNA INSURRECCIÓN POPULAR

Un guerrero derrotado con su capucha…lloraba a cántaros detrás de la barricada
Una columna ascendiente de humo tapaba la visibilidad, los guerreros se guiaban por los ruidos, por los estruendos de las bombas y las balas que perforaban los pechos y arrancaban cabezas. El cuello largo del arma del guerrero buscaba con desesperación al gatillo, y por último a la mano; la mano estaba ocupada sirviendo de presa al chorro que salía a presión de los ojos del guerrero.
Del otro lado un guardia no paraba de carcajearse, hacía una pausa para agarrar aire y retomaba el ritmo, le daban esos ataques sólo cuando caía un vendaval en febrero o era mandado al frente a reprimir a su pueblo por culpa de un puñado de carroñeros sentados en sillas acolchonadas.
Los pájaros que volaban en bandadas no podían anidar, se caían y explotaban en el asfalto de no aguantar el efecto del químico o de tanto aletear quieto. Los pedazos del cielo caían creando trampas y abismos en la superficie. La peste a pólvora se metía en los pulmones, aprovechaba la humedad y se hacía semilla y a las dos semanas estaban brotando palitos con balas de todo calibre.
Las madres salían a los patios y soltaban alaridos de dolor que el viento transportaba y los llevaba hasta las trincheras. El hijo oye el suplicio a la distancia, cae de rodillas rompiendo en llanto. La ciudad arde, su gente sufre y el viento que corre es un réquiem para los que ya cayeron.

lunes, 6 de abril de 2009

LEPIDÓPTEROS




Las mariposas viajan de una sola vez por las noches, una tras otra en una ceguera colectiva como que se siguen el rastro con el olfato o el aleteo. Salen de orugas, de sus mundos horrendos, terrenos y envueltos para liberarse en un mismo acto, rompen sus cadenas y levantan vuelo en un cielo infinito y enteramente suyo. El inicio es duro, aletean temiendo caer, buscando equilibrio, subiendo y bajando, cansándose con facilidad. Cuando lo encuentran al equilibrio juegan, bailan y planean con él, se levantan por encima de los tejados y los árboles con los corazones a explotar en una manifestación de auténtico júbilo. Vuelan una y otra vez en orbitas cíclicas muriendo de risa, sin tener idea de qué mecanismo intricado implica el vuelo, ellas simplemente conducen su cuerpo al son del alma. Alguna que otra no sabe canalizar la emoción y se vuelve loca, desgasta sus alas, las rompe o las pierde y se convierte en un insecto absurdo que vaga solitario por los caminos, y el viento le lleva sus propias alas muertas y despedazadas. Aquellas que pierden las alas pierden el alma, el cuerpo se les tuesta y empieza a expeler un olor extraño e insípido, trepan troncos de árboles y se lanzan desnudas, sin ánima, y el impacto les mata el cuerpo que pedía hace tiempo dejar de existir. Al cuerpo lo absorbe el suelo y de este brotan un sinfín de capullos.
Las mariposas son coloridas figuras angelicales que tapizan de vida las bajas esferas del cielo, rondan sin cesar dibujando siluetas de las diosas antropomorfas que fueron en sus vidas previas, se posan por ratos en los pétalos abiertos que se enamoran perdidamente hasta desfallecer y perder su color.

domingo, 5 de abril de 2009

LOS MOTIVOS DEL LOBO




Hace dos noches vi a un par de lobos sentados en un bar
Mandaron bajar la música
Para escuchar a la luna y aullar sin parar.
Se caían, se afilaban las garras y se cacheteaban
Fumaban pipa, chistaban y se embriagaban
Brindaban felices por no haber nacido perros
Se regocijaban de no estar domesticados
Lloraban lapsos por sus hermanos humanos
Que los enjaulaban para paliar y olvidar
El encierro del sistema de barrotes invisibles.

Recordaban los pastos, los bosques, los llanos
Las lluvias de estrellas
Que lo inundaba todo de escarcha.
Eran genios
Grandes astrólogos brujos
Que descifraban el lenguaje del cielo
Predecían sequías y guerras
Enjuiciaban con los ojos vendados
Y ensalzaban a la diosa madre tierra.

Los lobos tenían todos los motivos para ser lobos
Y alguien sin motivo se los llevó
Ya no están.

miércoles, 1 de abril de 2009

TORTUOSO ANDAR DE LAS IDEAS




Las ideas se esfuman
Se corren, se difuminan
Se mezclan con la esencia de las cosas
Se moleculizan, se deforman
-se encogen, se ensanchan, se encogen-
Se vuelven microsiluetas danzantes
Pequeños teatros andantes
Burbujomorfos
Se pierden, regresan, se pierden, regresan
Se cabrean al blandirse
El acero de lo real
Se hincan…y saltan
Se escabullen y vencen
Toman forma
Se imponen
Se solidifican
Se materializan.

PINTOR, COINCIDENCIA Y UN LIENZO CRUDAMENTE REAL

La luna iluminaba los espacios muertos que habían quedado olvidados durante tanto tiempo, que en algún momento fueron salones suntuosos de baile, mercados atestados de buhoneros, maleantes y transeúntes; la plaza central con su ayuntamiento, circos pestilentes a sudor y excremento de animal, escuelas de niños burgueses que llevaban manzanas para el recreo; jardines de todo tipo, jardines floridos y podados para los ricos, jardines montosos y sucios para los pobres. Ahora no es más que un pueblo fantasma, un pueblo imaginario.
Las calles eran de piedra, iluminadas por faroles dorados alimentados por queroseno, todos los rótulos eran tallados por el mismo carpintero que no laboraba más que tres días a la semana porque el resto se los pasaba absolutamente ebrio. Así como él, la mayoría de los varones frecuentaba la taberna del centro, una casona de dos pisos que en su planta baja uno se podía instalar en la barra o en las sillas desvencijadas hechas de pochote, que al final de la noche recibían los estragos de las trifulcas que se formaban a causa de las prostitutas del piso de arriba. Quienes, precisamente llegaban a la planta alta recibían toda la gloria, no importaba si con un diente menos, la nariz rota o un hueso quebrado, el premio allá arriba merecía el esfuerzo y la pérdida. El tabernero se esmeraba en reclutar todos los meses un pelotón de muchachas de los pueblos aledaños para animar a los varones que regresaban a sus casas con labial en la cara y los bolsillos vacíos a recibir las tundas e improperios de sus enfurecidas mujeres.
En el pueblo todo giraba en torno a la rutina, una que otra noticia o tendencia nueva se filtraba de vez en cuando, pero el fuerte colador de la moral la atacaba de tal forma que tenía que huir o pasar a la clandestinidad. La gente vivía de distintas formas, los más ricos se asentaron por sobre las montanas en palacetes flotantes que lucían imponentes, en las laderas los medio pelo, que aparentaban más de lo que eran, vivían en casas de cristal opaco y reforzaban los perímetros con setos espinosos para así evitar la entrada de los más desfavorecidos que vivían en casuchas de cartón en el valle, que por acción natural de la gravedad recibían todos los desperdicios que las demás clases sociales les dejaban.
Las señoritas se paseaban en las tardes por la plaza, contoneándose de un lado a otro para provocar a los mozos que al verlas debían bajar la cabeza luego de una reverencia. Las señoras de más edad las divisaban sentadas en los portales, tomando café y bordando finísimas piezas que serían estrenadas en las ceremonias. A las cinco era la misa, oficiada por un cura español rechoncho y mal hablado que tenía a su servicio un séquito de monjas coquetas de dudosa proveniencia. La iglesia era un edificio magistral, con una cúpula inmensa, un atrio de plata, imágenes labradas con el más fino mármol y un limitado número de butacas reservadas únicamente a los colaboradores de la misión de Dios en el pueblo. El resto debía permanecer de pie, sin derecho a limosna ni confesión porque se cobraba caro por el servicio.

Por las noches, a excepción de la taberna, el pueblo permanecía en absoluta paz, los llantos eran mínimos porque los ricos no lloraban y los pobres eran silenciados; las mujeres rezaban el rosario, mandaban a los niños a dormir y hacían eterna vigilia a sus esposos. Las aves reposaban en sus nidos improvisados en los árboles, las bestias dormían con las panzas en petates o en el suelo frío…
Corre una lágrima empedernida por la mejía del pintor, se emociona por haber plasmado en su lienzo un mundo con una fachada distinta a su mundo real de noches ruidosas, smog y bólidos corriendo a toda prisa. Se desconsuela al saber que dentro de esa fachada falsa existe la terrible coincidencia con su mundo actual, de una humanidad que restringe, veda, limita, silencia y oprime eternamente al prójimo.